lunes, 18 de diciembre de 2023

Ava, Pablo, Lecturas de Derecho y Sociedad, Historia del pensamiento de la sociología del derecho, Buenos Aires, Eudeba, 2018, p. 8.

Se puede afirmar que así como el siglo XIX fue el siglo de los Parlamentos, el XX de los Poderes Ejecutivos y los grandes Estados de Bienestar, el siglo XXI inicia con un gran poder de los jueces. Sucede que los conflictos llegan antes a los estrados judiciales que a las agendas legislativas o políticas. Los jueces resuelven casos colectivos, institucionales, de innovación, etc. Esta situación dio lugar a la "revolución contra el formalismo", como la llama Soriano, y que encabezó Geny.

jueves, 14 de diciembre de 2023

Lyons, Martin, La cultura escrita de la gente común en Europa, c. 1860-1920, pp. 95-96.

Marchábamos días enteros y no se veía otra cosa que majadas de ovejas, tropillas de guanacos y avestruces y un montón de zorros salvajes que hacían estragos en las majadas. Un poco más lejos de donde nos quedamos empantanados, en una lomita había un rancho: paredes de barro y el techo unas cuan- tas chapas de zinc. Caminamos hasta allí. Nos recibió un hom- bre [...]. Uraño, desconfiado, le contamos lo que nos había ocurrido y le pedimos nos dejara hacer noche allí. De mala manera contestó que podíamos quedarnos, pero que no tenía nada para comer. Hacía mucho frío, y queríamos calentarnos al lado del fuego. Poco a poco traté de conquistarme su con- fianza, le pregunté el tiempo que llevaba en el desierto, de qué nacionalidad era y sus medios de vida. Y llegamos a lo que quería contarte. Han pasado tantísimos años, nada de aquella escena se me olvidó, ni se me olvidará hasta que me muera. No sabía los años que tenía, ni cuántos estaba en el Río Negro. Era español y asómbrate, paisano tuyo, asturiano de Castropol. Le dije que también era asturiano de Luarca. Me contestó que lo había oído nombrar, pero que no conocía [...]. De pronto sin decir nada se levantó y se fue. Tardó más de una hora en volver. Venía acompañado de una india, tan sucia como él. Ninguno de los dos habló una palabra. La india entró a la cocina y preparó un guiso de arroz con carne de oveja, una gran porquería pero no se podía dejar, allí no estaba el Hotel de Londres de Bahía Blanca. Aquel salvaje volvió a salir y regresó con un baúl, de esos que traemos los inmigrantes cuan- do venimos a América. Estaba hecho pedazos, la tapa suelta, atada con una cuerda. Sacó un montón de cartas de España, 10 ó 15, todas sin abrir y me pidió que se las leyera. Eran de una hermana y de una sobrina que le llamaba: Mi querido tío. Había de todas las fechas desde 10 años atrás. Le contaban miserias y le pedían ayuda.

viernes, 8 de diciembre de 2023

LYONS, Martin, La cultura escrita de la gente común en Europa, c. 1860-1920

Otro de esos escribientes fue Clelia Marchi. Clelia, si me permiten llamarla por su nombre de pila, era una campesina de una aldea cercana a Mantua, nacida en 1912. Tenía 14 años cuando conoció a Anteo, su futuro marido, trillando maíz. Menos de dos años después, estaba esperando al primero de sus ocho hijos, cuatro de los cuales murieron jóvenes. Durante cuarenta y seis años, ella y su esposo compartieron una vida de arduo trabajo agrícola. En 1972, cuando Anteo murió en un accidente automovilístico, Clelia sufrió una profunda crisis. Desconsolada, presa de la soledad y del insomnio, pasó revista a su pasado. "Me siento vacía...", escribió: 

"...terminada, inútil me paso los días llorando, nunca habría pensado que después de 50 años de matrimonio nos separáramos así; toda mi tristeza la escribo de noche, porque duermo poco, como un ser humano cuando está afligido"

Halló en la escritura una nueva razón para vivir. Tomó un marcador (pennarello) negro y escribió su autobiografía en lo que tenía a mano: una sábana grande. Así lo explicó:

"Una noche me quedé sin papel. Mi maestra Angiolina Martini me había explicado que los "truscos" habían envuelto a un muerto en un trozo de tela escrito. Pensé que si ellos hicieron eso, yo también puedo. Ya no podía gastar las sábanas con mi marido y entonces pensé en usarlas para escribir."

Clelia Marchi escribía para llenar sus noches en vela y para expresar su angustia solitaria. La sábana no era tanto un tributo a su marido como una conmemoración de su larga vida unidos, firma- da con el nombre de los dos. Aún no estaba lista para bajar los brazos, y escribir era un motivo para seguir viviendo.

lunes, 27 de noviembre de 2023

RINESI, Eduardo. Chapitre i. La démocratie contre la république ? In: La diagonale des conflits: Expériences de la démocratie en Argentine et en France [en línea]. Paris: Éditions de l’IHEAL, 2018 (generado el 24 novembre 2023).

Si bien es cierto que uno de los rasgos centrales de los gobiernos que se sucedieron en el país son de carácter fuertemente democrático (en el sentido, lo repito, de que favorecen un proceso de extensión de una serie de derechos ciudadanos), debemos también tener en cuenta otro rasgo específico de estos gobiernos, a saber, su carácter resueltamente liberal. La preocupación gubernamental, típicamente liberal y quizás hasta el momento nunca igualada (a causa de la falta de eficacia o de poder de los gobiernos que lo precedieron), es actualmente garantizar a los ciudadanos un conjunto de libertades individuales y colectivas (como la expresión de las ideas sin censura, manifestarse en la vía pública sin temor a represión policial o incluso elegir por que medios informarse). En este sentido, el problema de los gobiernos kirchneristas no es el de su presumido antiliberalismo. Es más bien exactamente el contrario. Si se me permite simplificar las cosas, el problema de los gobiernos kirchneristas es precisamente su liberalismo. Si esta noción remite en un sentido a la preocupación por las garantías fundamentales de los ciudadanos, en otra acepción (menos interesante pero complementaria, en la que utilizamos el término más arriba),  designa la tendencia a privilegiar las relaciones verticales -de representación de ciudadanos por sus dirigentes, de distancia, e incluso de separación de los primeros y los segundos- por sobre las relaciones horizontales – entre ciudadanos que aspiran a participar activamente en asuntos públicos. A riesgo de utilizar de manera abusiva una categoría que tiene una significación histórica densa y precisa para los colegas franceses con quienes compartimos estas reflexiones, quisiera llamar jacobinismo a la política (expresada por el kirchnerismo) que tiende a ligar una ideología emancipadora, igualitaria o vanguardista, con una idea fuerte de representación de la voluntad general por una élite política ubicada en la cima del aparato del Estado. (RINESI, Eduardo ¿La democracia contra la república? en “Las diagonales del conflicto”.)

lunes, 20 de noviembre de 2023

ADAMOVSKY, Ezequiel, BUCH, Esteban, “La marchita, el escudo y el bombo, una historia cultural de los emblemas del peronismo, de Perón a Cristina Kirchner”, Planeta, Buenos Aires, 2016, pp. 260-263

Contrariamente a lo que indicaría el sentido común, el antiperonismo no surgió como reacción al peronismo. Si hiciéramos un repertorio de los temas, estereotipos, críticas y vocabularios propios del antiperonismo, encontraríamos que casi todos ellos estaban ya presentes en 1945. Por el contrario, ese año el peronismo todavía no existía como tal. Por supuesto, es taba Perón, estaban las medidas que venía tomando al frente de la Secretaría de Trabajo y Previsión y estaba también el apoyo que recibía de las clases bajas. Pero en lo que refiere a sus ideas, su visión sobre el país, sus prácticas políticas, sus formas de organización, incluso sus liderazgos, se trataba de una corriente todavía en estado magmático. Solo luego de llegado al gobierno el movimiento peronista se constituiría como tal. Buena parte de los rasgos con los que lo asociamos hoy fueron surgiendo luego de 1946, forjados también ellos, en buena medida, como reacción a la oposición y los rechazos que había cosechado en el amplio campo del antiperonismo. Las antipatías y resistencias de los otros fueron orientando su desarrollo tanto como las ideas previas que Perón y sus seguidores aportaron. En otras palabras, no puede afirmarse que llegara primero el peronismo como una propuesta ya completa y cerrada, produciendo luego, como reacción, el antiperonismo. Ambas identidades políticas se forjaron juntas y en relación. Si de alguna pudiera decirse que tuvo precedencia sería más bien de la segunda.

De hecho, el antiperonismo surgió como una lectura del fenómeno peronista informada por ideas, conceptos, narrativas y ansiedades que eran previos, heredados de etapas muy anteriores. Además de percibir a Perón como un posible líder fascista, el movimiento que desató entre las masas fue inmediatamente interpretado como la reactualización de amenazas más antiguas que acechaban a la nación argentina. En el contexto de 1945 se volvió a hacer presente el temor recurrente, para ciertos grupos sociales, de que alguna forma de democracia plebeya viniera a poner en riesgo la República. Se trataba de una angustia que venía desde tiempos de las guerras civiles del siglo XIX, relacionada con la idea de que en el pueblo argentino anidaban tendencias igualitaristas turbulentas, inorgánicas, emocionales, colectivistas, enemigas de la racionalidad y de la dignidad del individuo, que conspiraban contra el normal funcionamiento de las instituciones. Pasado el contexto de las luchas entre Unitarios y Federales, ese temor se había vuelto a activar cuando Yrigoyen llegó al poder en 1916 y por supuesto resurgió en 1945. Aunque se trataba de un motivo típicamente liberal presente en intelectuales y políticos argentinos -por caso, Vicente F. López o Ricardo Levene- tanto como de otros países, aquí se entrelazaba con narrativas acerca de la nación y de su historia que eran más peculiares. En efecto, el temor por la posible irrupción de un democratismo plebeyo e inorgánico se manifestaba especialmente cuando aparecía en el horizonte alguna figura carismática, un «caudillo» como aquellos del siglo XIX, capaz de excitar y dar cauce a impulsos plebeyos que de otro modo estarían bajo control. Se temía de esos caudillos no tanto su autoritarismo, como la perspectiva de que abrieran las puertas para que la plebe pisoteara las jerarquías sociales fundamentales, el régimen que establece quién es más que quién en la sociedad. Domingo F. Sarmiento y otros luego de él expresaron esa preocupación con toda claridad, en particular con referencia a los tiempos traumáticos de Juan Manuel de Rosas, al accionar violento de sus mazorqueros, a la «traición» de los negros del servicio doméstico que actuaban como espías denunciando a los patrones de simpatías unitarias, o a los gauchos que asolaban la ciudad y la campaña con sus montoneras. El peligro de ese caudillismo plebeyo parecía haber quedado con jurado con la organización nacional. Y sin embargo, el sufragio universal reactivó esos viejos temores; tanto Yrigoyen como más tarde Perón fueron inmediata e insistentemente comparados con Rosas y sus seguidores con La Mazorca. Y por supuesto, todas estas ansiedades, ancladas en formas particulares de imaginar el pasado y el presente, remitían a una narrativa que, desde Sarmiento, había explicado la trayectoria de la Argentina como una trabajosa lucha de la civilización contra la barbarie, de la cultura europea contra las costumbres criollas, de lo blanco contra lo negro y trigueño, de lo urbano contra lo rural, de Buenos Aires contra el Interior, de las leyes y la República contra los lazos personales y la emotividad en política. Para comienzos del siglo XX esa lucha se había proclamado concluida con la victoria del primer polo. Pero era una victoria sobre la que nunca dejó de haber dudas y ansiedades. Lo bárbaro y la incultura -se sospechaba- seguían allí agazapados, listos para aflorar apenas se relajaran los controles. Contra Yrigoyen, nuevamente, se movilizaron estas nociones. Los conservadores lo acusaron de liderar un movimiento «de “manumisión de los negritos”; los socialistas, de ser expresión de la vieja “política criolla” personalista y demagógica. Y naturalmente fueron nociones que también se reactualizaron con el ascenso de Perón. Por ejemplo, en una serie de conferencias que el intelectual socialista Américo Ghioldi dictó en noviembre y diciembre de 1945, advirtió que «los argentinos confrontamos otra vez y bajo nuevas formas, el antiguo discurrir entre civilización y barbarie, ya que han vuelto, a galope tendido, odios que creíamos extinguidos, fuerzas primitivas lanzadas al asalto...» Acusaba a Perón de ser un nuevo «caudillo de la guerra civil», lanzado a explotar los resentimientos de ese resto primitivo que hoy «se desborda en las calles, amenaza, vocifera, atropella... ». Para el conservador Adolfo Mugica el país vivía en esos días como en una especie de «inmensa merienda de negros». 

domingo, 12 de noviembre de 2023

Rinesi, Eduardo y Vommaro, Gabriel, Notas sobre la democracia, la representación y algunos problemas conexos, en "Los lentes de Víctor Hugo, transformaciones políticas y desafíos teóricos en la Argentina reciente", pp. 431-432

(...) La palabra de Alfonsín se hacía carne, por así decir, encontraba su efectividad y se volvía propiamente política en su encuentro con las multitudes movilizadas para oírla, y es sin duda esta conjunción, este encuentro entre las habilidades oratorias del caudillo radical y la fuerza de una ciudadanía movilizada y activa lo que está en la base del "fenómeno” alfonsinista.? Otra vez nos sirve recordar a Landi, quien afirmaba que el tipo de relación que se establece entre un orador y un auditorio presente y activo configuraba "la forma privilegiada de comunicación política" de aquella época (Landi, 1985: 22), observación tanto más importante cuanto que esa forma privilegiada de comunicación política no tardaría en ser reemplazada por otras, bien distintas.

¿Cuándo ocurrió esto último? No de un día para otro, desde luego, pero no hay duda de que sí es posible establecer una suerte de punto de inflexión alrededor de los decisivos acontecimientos de la Semana Santa de 1987, que fueron por cierto objeto de sutiles análisis de Landi en más de un sitio. Los hechos son conocidos y recordados: después de tres días de fuerte tensión, frente a la asamblea popular que se había reunido en la Plaza de Mayo en respuesta al motín de un sector rebelde

del ejército, Alfonsín anunció desde el balcón de la casa de gobierno que se disponía a dirigirse a la guarnición donde se habían atrincherado los militares sublevados, y pidió al pueblo reunido que lo esperara allí, en la plaza. Un rato más tarde, tras haber conversado personalmente con los amotinados, volvió a dirigirse a la ciudadanía desde el mítico balcón, esta vez para decirle que la casa estaba en orden y que no había sangre en la Argentina, y para intimar a los presentes a que volvieran a sus casas a festejar las Pascuas en familia. Es imposible exagerar la importancia de este último pedido: desde el mismo balcón desde el que había pronunciado sus más recordados discursos, Alfonsín mandaba ahora a los manifestantes (a una ciudadanía movilizada que había mantenido la vigilia durante tres días) a sus casas. En un mismo gesto vaciaba el balcón de palabras y la plaza de cuerpos: los militantes políticos, sindicales y sociales ya no tenían nada que hacer allí, y a todos ellos empezó sin duda a ganarlos desde ese mismo instante la sensación de que ya no tenían nada que hacer -en un sentido más general- en la así reafirmada política de los representantes. Ése es sin duda el sentido más fuerte del movimiento entero que describe, vista en su totalidad, la convocatoria y posterior desmovilización de la ciudadanía en esa Semana Santa del 87: si al comienzo de la misma los ciudadanos que estaban en sus casas recibían desde la pantalla de sus televisores la urgente invitación a abandonar esa posición de puros espectadores y marchar hacia la Plaza, el domingo por la tarde, en esa misma Plaza, esos ciudadanos debieron oír del mismísimo Presidente de la Nación la invitación a abandonar ese espacio público y marchar disciplinadamente a casa. De casa a la plaza y de la plaza a casa.

martes, 17 de octubre de 2023

GRUNER, Eduardo, Una introducción alegórica a Jameson y Zizek, en JAMESON, Fredric, ZIZEK, Slavoj, , Estudios Culturales, Reflexiones sobre el multiculturalismo.

Las modas (esto ya lo había percibido perfectamente Walter Benjamin en la década del '30) son un testimonio del progresivo aumento del fetichismo de l mercancía en la modernidad, pero también -y justamente por ello- tienen un riquísimo valor de síntoma ideológico y cultural. El auge actual ("actual" en la Argentina y Latinoamérica, pero con una antigüedad de un par de décadas en los centros académicos anglosajones) de los Estudios Culturales convoca en este sentido una serie de cuestiones -teóricas, metodológicas y politicas- de las cuales lo menos que se puede decir es que son extraordinariamente complejas. Como siempre, lo más tentador (lo cual no quiere decir necesariamente lo más cómodo) es empezar por sus riesgos. En primer lugar, el ya mencionado riesgo del abandono total, por supuesta "obsolescencia", de los grandes paradigmas críticos del siglo XX, como el marxismo y el psicoanálisis (y su continuidad no exenta de problemas posteriores de teoría crítica, como la Escuela de Frank- furt). No nos estamos refiriendo a una simple enunciación ritualizada del "fin de los grandes relatos", que pocos críticos rigurosos podrían tomar realmente en serio, sino a intenciones más concretas. No hace mucho, una prestigiosa figura de la teoría literaria que actualmente enseña en los Estados Unidos, declaró que ahora sólo pensaba poder utilizar ciertos aportes parciales de esas teorías (el marxismo y el psicoanálisis) para "agregar" a investigaciones más "localizadas", menos ambiciosas. Parece francamente preocupante. ¿Qué puede significar agregado de parcialidades sino la promoción de algún neoeclecticismo o neorrelativismo que termine renunciando a la lucha por el sentido, a la consideración de la cultura como un campo de batalla atravesado por relaciones de fuerza ideológicas que sí juegan a totalizar la hegemonía de sus representaciones del mundo?

No es, por supuesto, que ese parcelamiento teórico no pueda ser explicado: es el necesario correlato de lo que nos gustaría llamar la fetichización de los particularismos (algo bien diferente, desde ya, de su reconocimien-to teórico y político) y de los "juegos de lenguaje" trictamente locales y desconectados entre sí. Esa fetichización es poco más que resignación de lo que ahora se llama "pensamiento débil", expresa do -entre otras cosas- por el abandono de la noción de Ideología para el análisis de la cultura, por cargos de universalismo" y "esencialismo". Pero seamos claros: no hay particularidad que, por definición, no se opornga a a alguna forma de universalidad, “esencial” o históricamente construida. Y no hay pensamiento crítico posible y eficaz que no empiece por interrogar las tensiones entre la particularidad y la universalidad, que son, después de todo, las que definen una cultura como tal en la era de la “globalización” -para no mencionar a esa cultura de “europeos en el exilio” que pasa por ser la argentina. Nos gustaría defender aquí que cierto monto de universalismo, incluso de "esencialismo estratégico” (para utilizar un celebrado concepto de Chakravorty Spivak), siempre será pertinente para sortear el peligro -característico de los actuales Estudios Culturales, hay que decirlo- de estar forzando todo el tiempo la emergencia de particularismos y alteridades que después no sabemos cómo definir, de todo el tiempo inventando "orientalismos", como diría Edward Said. Tememos que los necesarios correctivos a los reduccionismos -ellos, sí, "esencialistas" y universalizantes- en que han incurrido ciertos marxistas y psicoanalistas, nos deslicen hacia un reduccionismo peor, un reduccionismo por así decir eliminativo de la legitimidad teórica y política de categorías como la de "lucha de clases" o "inconciente", para no mencionar la hoy la desprestigiada idea de un pensamiento histórico. De este (y otros) riesgos quisiéramos (pre)ocuparnos -apenas a título de no menos riesgosas hipótesis de trabajo en los párrafos que siguen.

jueves, 28 de septiembre de 2023

SUPIOT, Alain, La gobernanza por números (Curso en Collège de France 2012-2014)

Nuestras instituciones, como toda obra humana, nos dejan ver las imágenes que precedieron a su concepción. El derecho, como la técnica, la religión o las artes, es un hecho de la cultura que inscribe en el tiempo las representaciones del mundo que dominan una época. Estas representaciones -técnicas, jurídicas o artísticas- tienen cada una, por supuesto, sus propios sistemas de referencia. El avión incorpora en tanto que objeto técnico el sueño humano de elevarse a los cielos, pero su eficacia depende del grado de verdad de los conocimientos científicos que precedieron su construcción. Este adosamiento a las verdades científicas distingue los objetos técnicos modernos de los de la Antigüedad que no eran, según Jean-Pierre Vernant, más que “trampas tendidas en aquellos puntos donde la naturaleza se deja engañar”, es decir, recetas fundadas en la eficacia. Contrariamente la obra de arte, en tanto se encuentra totalmente emancipada del imperativo de verdad, puede evadirse del peso del mundo tal cual es. Sin embargo, para ser considerada como una obra de arte (¡en principio!) debe tener un valor estético y es a partir de esta vara estética que será juzgada. El derecho ocupa una posición a medio camino entre el arte y la técnica. Su referencia última no es ni la verdad ni la estética sino la justicia. Del mismo modo que un zeppelín puede revelarse peligroso o una pintura puede no ser más que un 'cuadrucho', una regla de derecho puede ser injusta. Sin embargo, decir que es implica referenciarse con un deber ser. Como el arte, el derecho se desarrolla en un mundo ficticio -por ejemplo, el de una República donde reinan la libertad, la igualdad y la fraternidad. Pero como la técnica, pretende intervenir sobre el mundo real y por ello debe tenerlo en cuenta.” (SUPIOT, Alain, La Gouvernance par les nombres, Cours au Collège de France (2012-2014), Fayards, Poids et Mesures du Monde, 2015, p. 10.)

martes, 8 de agosto de 2023

Belmartino, Susana, La Atención Médica Argentina en el Siglo XX, Instituciones y Procesos

En 1954, ya alejado Carrillo del ministerio, el presidente concurre a la inauguración del Policlínico Ferroviario de Puerto Nuevo, majestuoso símbolo de la preocupación del estado por la salud de los trabajadores. En su discurso pronuncia una frase que podría servir para sintetizar el proyecto político que había dado vida a esas realizaciones: 

"Queremos que en este policlínico impere el mismo concepto que en los demás policlínicos sindicales que se están levantando en todo el territorio de la República. No queremos para nuestros trabajadores una asistencia en los hospitales públicos; queremos que tengan sus propios hospitales, porque no es lo mismo ir a pedir albergue a un hospital de beneficencia que atenderse en su propia casa."

La frase parece contener un epitafio para el proyecto de Carrillo, en tanto recupera el olvidado concepto de beneficencia en relación con el hospital público. Leída desde la perspectiva que nos da la historia, puede señalar el comienzo de la decadencia de la capacidad hospitalaria estatal, y del crecimiento posterior del poder sindical en el ámbito de la salud.

lunes, 31 de julio de 2023

Freitas, Angélica, Mujer Deprisa, en "Un útero es del tamaño de un puño".


vamos, compañero
vamos que estoy apurada, compañero 
el mundo está cambiando, compañero
y vos ahí encerrado en el baño
todo el día, qué pasa, compañero
no te dará miedo el cambio, compañero
si ya sabias que este día, compañero
venia llegando y ahora se te da por meterte
en el baño una hora, compañero
así no hay revolución que aguante, compañero un dolor de panza te lo entendería, compañero pero es tarde, es ahora, hay que apurarse salgamos, la historia no espera, compañero por fin estás tirando la cadena, compañero
es el amanecer de una nueva era, compañero dale, limpiate, lavate las manos y vayamos todos
juntos de la mano, viva la revolución, compañero

miércoles, 5 de julio de 2023

E. Kreplak, M. Kreplak, Ejes de un uso racional del diagnóstico por imágenes, en Integrado, aportes para la discusión de un nuevo sistema integrado de salud en Argentina

Las posibilidades tecnológicas se fueron ampliando con el conocimiento del uso de los rayos X y con ellas también su utilidad. Por ejemplo, entre otras innovaciones, se creó la pantalla radioscópica; más tarde el intensificador de imágenes que posi- bilita que una imagen radiación x, visible en una sala oscurecida, se convierta en una imagen visible sobre la pantalla de salida con una iluminación normal. Luego, la arteriografía-precursora de la hemodinamia- y otras técnicas para el estudio del aparato digestivo, el renal, el ginecológico, entre otros.

En este sentido, vale aclarar que toda innovación entraña posibles mejoras y, a su vez, potenciales peligros. Por lo tanto, el principio precautorio de la bioética y el cálculo de riesgos deben estar siempre presentes.

La posibilidad de volver el cuerpo "transparente" o de darle luminosidad hizo que artistas de circo bailaran delante de panta- llas fluoroscópicas o que trabajadoras de la industria relojera pintaran con Radio las horas y las agujas de los relojes para que se vieran en la oscuridad. Pronto el divertimento se convirtió en una calamidad para esos cuerpos.
En ese entonces también los círculos médicos comenzaron a demostrar el temor a ser reemplazados por estas innovaciones. En un artículo anónimo aparecido el 20 de febrero de 1896 en La Semana Médica (periódico de Buenos Aires dirigido a la comunidad médica) su redactor se lamenta por la futura desapa- rición de los médicos a causa de la máquina de rayos X.

[sucederá que]...la solemne supremacía científica del médico, único sabedor de lo que pasa en las entrañas de su prójimo enfermo, único capaz de descifrar las sentencias del destino inexorables: todo esto declinará en potencia, en valor, en importancia; y perderá para muchos la medicina, su cierto dejo de ciencia misteriosa y cabalística que hace de sus adeptos entes capaces de leer en el libro de la vida futura, y de ver claro en el tenebroso laberinto de la patología. (Quereillac: ib.)

lunes, 3 de julio de 2023

Merklen, Denis, “Bibliotecas en llamas, cuando las clases populares cuestionan la sociología y la política”, Ediciones UNGS, Buenos Aires, 2016

 

La individuación contemporánea contiene aspectos positivos por los cuales los individuos conquistan márgenes ampliados de independencia, hasta de autonomía, pero también contiene otros negativos por los cuales los individuos ven achicarse sus márgenes de acción. Más precisamente, esas formas de individuación negativa no se distribuyen de manera homogénea sobre el conjunto del cuerpo social. Aquejados por la desregulación del mercado de trabajo, por el debilitamiento de las inscripciones colectivas y por la pérdida de eficacia de las protecciones sociales, los sectores populares padecen tanto las exhortaciones a la individuación que los responsabilizan de lo que les ocurre como los cantos de sirena que les proponen más autonomía y movilidad cuando están desprovistos de los recursos necesarios para aprovecharlas.

 

La caracterización de la coyuntura actual, que se abre en los años ochenta, es, por lo tanto, compleja. No es posible seguir sin tropiezos a quienes afirman que la modernidad del siglo xxi iría más en favor del individualismo de lo que fue la modernidad del siglo xx. Pensar así no solo sería contrafáctico desde el punto de vista histórico, sino que conduciría incluso a evaluar superficialmente las consecuencias de esas nuevas dinámicas de individuación sobre quienes las padecen. Mirar las dinámicas contemporáneas de individuación obliga a detenerse un momento en los procesos de individuación precedentes, propios del siglo xx y que habían llamado la atención de la sociología norteamericana y europea, sobre todo a partir de los años cincuenta. En efecto, de los trabajos de Daniel Bell y David Riesman a los de la escuela de Fráncfort o a las numerosas contribuciones de la sociología francesa, los años sesenta y setenta dieron lugar a la observación de las consecuencias de un "nuevo individualismo" del que nos hablaba entonces la sociología. Dinámicas tales como el consumo masivo, la consolidación de los massmedia y de las industrias culturales, la progresiva democratización de la escuela, la entrada de las mujeres en el mercado de trabajo y su "liberación", la reducción del tiempo de trabajo y la consolidación de las protecciones sociales y del asalariado fueron aso ciadas a un desarrollo hasta entonces sin precedentes del individualismo. Desde este punto de vista, puede decirse que el siglo xx fue el siglo de la realización del individualismo, el que terminó por reinstalar en la tierra la realidad del individualismo tras una larga marcha secular, para hablar como Louis Dumont, o la realización de una verdadera "sociedad de los individuos", como decía Norbert Elias. ¿En qué medida el individualismo del comienzo de nuestro siglo xxi es tributario, o por el contrario se opone de aquel que la sociología caracterizó durante los años cincuenta y setenta? Es una cuestión que no se puede pasar por alto si se quiere dar un poco de consistencia histórica a la descripción de los desafíos del individualismo contemporáneo. Hay quizá dos concepciones del individualismo compro metidas en un combate que estructura la coyuntura actual. La que hoy do mina remite a una concepción bastante clásica (en el sentido del siglo XVIII) del individualismo como liberación de las coerciones sociales. Ahora bien, las descripciones del individualismo que dominaron la sociología entre los años cincuenta y setenta parecen remitir más a una conceptualización de tipo durkheimiana o marxista sobre las condiciones sociales necesarias para la emergencia del individualismo. Estas visiones, que entonces podrían haberse tildado de "moralistas"-a tal punto condenaban el desarrollo del individualismo después de la Segunda Guerra Mundial-hoy se encuentran prácticamente olvidadas. Las referencias a autores como Marcuse, Adorno y Horkheimer, Louis Althusser o David Riesman son poco numerosas en la actualidad y se tiene la impresión de que sus obras ya no forman parte de los cursos universitarios. La crítica social cambió de campo.


La modernización en curso se apoya desde los años ochenta en una concepción liberal del individuo. Es decir que la libertad es esencialmente presentada en su forma negativa, en el modelo de un aflojamiento de las coerciones, de un relajamiento de las ataduras sociales, ya que el objetivo d todo proceso de individuación es "liberar" al individuo. Se piensa al individuo en conflicto y hasta en oposición con la sociedad y esta es identificada con el Estado, con lo que oprime al individuo impidiéndole desarrollarse en libertad. Desde este punto de vista, todo llamado al colectivo es mirado con escepticismo. Pero ¿están los individuos que pueblan el universo de los sectores populares en situación de actuar en el mundo más allá de toda inscripción colectiva?

 

Las concepciones liberales del individuo no pueden pensar la libertad como el resultado de un lazo social o de una acción colectiva. Por ejemplo, como el resultado de un actuar juntos, tal como Hannah Arendt concibe la acción política. La concepción liberal no puede concebir lo social como una posibilidad para el individuo, sino que piensa la sociedad como una coerción, en las limitaciones (ciertamente, a veces inevitables) que el otro impone a la libertad individual. Es la razón por la cual, así concebida. la libertad individual aumenta a medida que el individuo hace retroceder la coerción social. Algo de ese individualismo que concibe los lazos sociales de manera negativa, como coerciones, emerge cada vez que una institución actúa en el sentido de ayudar a los individuos a "salir adelante" (s'en sortir), vale decir, a desocializarse de su grupo de semejantes. Esta dimensión desocializadora es particularmente fuerte en los discursos sobre el papel de la biblioteca de barrio en la actualidad en Francia; por ejemplo, el libro de Michel Petit De la bibliothèque au droit de cité muestra que las experiencias más logradas de las bibliotecas en los barrios populares son aquellas que contribuyeron a que los individuos abandonaran su medio social. Es por ello que, no sin razón, algunos grupos pueden percibir esta institución como una amenaza: los que ven cómo, a través de ella, algunos de sus miembros escapan del grupo.

 

Las concepciones liberales de la individuación tienden también a negar que los individuos son desiguales tanto en sus condiciones efectivas de individuación como en sus aspiraciones a la individuación. En consecuencia, ¿de qué tiene necesidad cada individuo para poder aumentar a la vez sus márgenes de independencia y sus posibilidades de acción? Es una pregunta cuya respuesta se declina socialmente según clases de individuos y no a partir de los deseos abstractos de cada persona. En efecto, puede decirse que hay individuos e individuos. Unos, por cierto, se liberarán con menos Estado (los que disponen de capitales suficientes o de soportes sólidos para asentar sobre ellos su independencia social), mientras que otros saldrán perdedores, es decir, con sus márgenes de libertad reducidos, cada vez que la "reducción" del Estado se traduzca en una disminución de las protecciones sociales o en una sumisión sin mediaciones a los avatares del mercado. La ofensiva entablada en estos últimos años contra el Estado, presentado como fuente de todas las coerciones, las rigideces y las trabas, es tan masiva que las críticas del Estado como forma de "control social" se ven completamente desplazadas. La crítica del Estado como máquina de control social cambió de lado, por así decirlo. Mientras antes venía de los márgenes y de abajo, como una reivindicación de la autonomía individual por los débiles, y se asociaba a una crítica del capitalismo en su forma monopolista, hoy parece venir de arriba y servir al punto de vista de las formas más concentradas de capital financiero, que buscan la abolición de prácticamente todas las formas de regulación.

 

No obstante, algo de ese orden se ve cuando observamos las producciones culturales de esos segmentos de los sectores populares. Libros, canciones y otros productos culturales permiten ver una reivindicación del individualismo "también para nosotros", pero parecen profundamente preocupados por la producción de un "nosotros", el suburbio, los jóvenes, los barrios, los negros, los árabes, aquellos que deben abandonar la escuela demasiado pronto, aquellos que están en conflicto permanente con las fuer- zas del orden, etcétera. Hay aquí todo un esfuerzo de resignificación de lo real y de producción de colectivos. Y todo parece indicar que ese esfuerzo de los sectores populares para dotarse de un punto de vista, para organizar colectivamente su experiencia de lo social y para ubicarse en el seno de la sociedad constituye una de las dinámicas mayores en cuyo seno debemos inscribir los incendios de las bibliotecas. Esos esfuerzos en la formación de una fuerza social luchan, tal vez sin saberlo, contra las dinámicas de individuación que trabajan día a día los sectores populares.

 

 

 

miércoles, 14 de junio de 2023

Bahía Blanca, Martín Kohan

La burocracia aplasta cuando funciona perfectamente bien, como les pasa a los pobres alemanes. Entre nosotros, porque es siempre ineficaz, provoca fastidio, frustración, hartazgo, pena; pero no agobia por un efecto de encierro, ni ahoga como ahoga lo que es compacto. Está llena de agujeros y de fallas, lo que conviene en definitiva cuando lo que está precisando uno, como ahora preciso yo, es el des- cuido y no la eficiencia: la distracción. Al igual que casi todos los demás empleados de la universidad, tengo un proyecto de investigación radicado (es la palabra) en algún bibliorato de algún estante de alguna dependencia parsimo- niosa. Se trata según recuerdo de un proyecto un tanto difuso, porque tengo por lo general la ambición de lo dis- perso, aunque debo suponer que para recibir la correspon- diente acreditación (es la palabra) tengo que haberme valido de la retórica de lo preciso. Salió bien a todas luces ese re- curso, porque a cambio me procuraron un número de lega- jo de cuatro cifras o acaso de cinco, y junto con eso un sa- lario que me garantiza la virtud de una vida modesta. Ahora que, para usar la frase hecha, las papas queman, me valgo de esa circunstancia para tramar una maniobra que no es del todo irregular, o lo es apenas. Cumplo horario en una dependencia de la universidad, firmando una planilla al llegar y esa misma planilla al salir, con la certeza práctica- mente absoluta de endeble que nadie nunca va a revisar esa prueba pero suficiente de mi cumplimiento del deber.

martes, 7 de marzo de 2023

Jorge Carrion, mí biblioteca de hoy y la Lisboa de mañana, en Bibliotecas


Intuyo que, después de ser padre y de haber entendido que no necesito más de siete mil libros para ser feliz, al fin he podido descansar. Hasta este momento, toda mi vida se puede leer como un intento de construir la biblioteca que no tuve de niño. La urgencia por llenar un vacío. Algo parecido a lo que creí ver en Seúl: Corea del Sur invertía una fortuna en el siglo XXI para generar la red de bibliotecas y de librerías que nunca hubo en su historia. Comparto con el país asiático un origen humilde, iletrado. Y el afán de llenar ese agujero negro. Mi ascenso social se debe a esta biblioteca. Es el resultado de la curiosidad, la suerte y el esfuerzo. Pero todo lo que he hecho también se explica a través de los pocos libros y juguetes que, con mucho más esfuerzo, me compraron mis padres. Aquellas enciclopedias, aquellas novelas infantiles, aquella caja de herramientas o aquel juego de mineralogía adivinaron mis intereses profundos. Y les dieron, a largo plazo, la estructura que necesitarían para desarrollarse.

lunes, 6 de marzo de 2023

Amaranth Borsuk, El libro expandido, Variaciones, materialidad y experimentos, pp. 74-75

Aquí tenemos que agradecer una vez más al mundo árabe por la expansión de las ideas y los cambios en lalectura. Los académicos tradujeron al latín libros antiguos que estaban preservados en árabe y así comenzaron a difundirse también obras de ciencias y matemática. A medida que se fue desarrollando un público escolástico para los libros, también lo hizo la estructura de la página y del códice diseñado para las consultas y anotaciones individuales y silenciosas. Esa etapa dio suavemente lugar al período de actividad artística e intelectual que conocemos como Renacimiento, cuando todo cambió para los libros. Indispensable en los intercambios de ideas entre pensadores separados por grandes distancias, el códice escrito y la facilidad con la que podía transportarse permitieron exactamente ese desarrollo asincrónico de pensamiento que Sócrates y Platón tanto temían.

Aquel temor nos recuerda a la preocupación contemporánea por el modo en que la lectura y la escritura en plataformas digitales acortan nuestra capacidad de atención y nuestra capacidad de concentrarnos con mayor profundidad en los textos. Lo que hoy tememos es exactamente lo mismo que preocupaba a los antiguos: la mediación. La acusación de Sócrates esconde una visión de la escritura como una tecnología que se interpone entre pensador y pensamiento, los separa y permite que cada uno viaje por su lado. Mientras que Sócrates creía que ese proceso llevaría a que a uno le fuera imposible defenderse o clarificar las ideas propias, esa separación fue esencial para el desarrollo y la diseminación del conocimiento en un mundo que crecía cada vez más rápido. Vale la pena destacar que la propia escritura cambió el pensamiento humano, así como nuestra dependencia de los dispositivos digitales en red nos ha cambiado a nosotros.

Emmanuelle Carrère - Yoga - El Bardo

Según la tradición tibetana, los días que siguen a la muerte son mucho más cruciales que los que la preceden. El que acaba de morir penetra en un territorio intermedio, tenebroso, un laberinto psíquico cuya salida puede ser la liberación del samsara, también conocido con el nombre de condición humana, es decir, una nueva encarnación, más o menos favorable, o sea, directamente el infierno. Esta twilight zone que todos debemos atravesar cuando muramos se llama el bardo. Los budistas tibetanos la han cartografiado con extrema precisión: encrucijadas engañosas, deslizamientos de terreno, jaurías de perros salvajes, caminos que no llevan a ninguna parte, luz al final del túnel... Esta guía del bardo que se llama el Bardo Thodol, el Libro de los muertos tibetano, se la leían al oído del difunto durante los tres días siguientes a su muerte para acompañarlo en su viaje.

domingo, 26 de febrero de 2023

Yoga - Emmanuel Carrère

Y luego, en cuanto has superado los impulsos de arrojar la toalla, te pones a ensamblar, yuxtaponer, cortar, agregar, intercambiar, ensayar trucos... Poco a poco este magma empieza a parecerse a algo, muchas veces a algo imprevisto. A algunos artistas les gusta que no se parezca a lo que habían previsto, a otros no y se sienten desgraciados. Son dos familias. François Truffaut decía que una película es un proceso de pérdida gradual. En- tre la idea que uno se hacía antes de rodarla y el resultado final hay una diferencia más o menos grande: si es pequeña el film es un éxito, si es muy grande es fallido. Así piensan los artistas del control, los demiurgos que como Hitchcock o Kubrick se proponen adaptar la realidad a su voluntad y a su sueño. Para otros, entre los que me cuento, es al revés. Cuanto menos se parece la película o el libro a lo que habían imaginado, cuanto más largo y caprichoso se revela el camino entre el punto de partida y el de llegada, cuanto más les sorprende el resultado, más contentos están. Lo que importa es el camino, no el destino, o, como decía Chögyam Trung pa: «El camino es la meta.»