viernes, 8 de diciembre de 2023

LYONS, Martin, La cultura escrita de la gente común en Europa, c. 1860-1920

Otro de esos escribientes fue Clelia Marchi. Clelia, si me permiten llamarla por su nombre de pila, era una campesina de una aldea cercana a Mantua, nacida en 1912. Tenía 14 años cuando conoció a Anteo, su futuro marido, trillando maíz. Menos de dos años después, estaba esperando al primero de sus ocho hijos, cuatro de los cuales murieron jóvenes. Durante cuarenta y seis años, ella y su esposo compartieron una vida de arduo trabajo agrícola. En 1972, cuando Anteo murió en un accidente automovilístico, Clelia sufrió una profunda crisis. Desconsolada, presa de la soledad y del insomnio, pasó revista a su pasado. "Me siento vacía...", escribió: 

"...terminada, inútil me paso los días llorando, nunca habría pensado que después de 50 años de matrimonio nos separáramos así; toda mi tristeza la escribo de noche, porque duermo poco, como un ser humano cuando está afligido"

Halló en la escritura una nueva razón para vivir. Tomó un marcador (pennarello) negro y escribió su autobiografía en lo que tenía a mano: una sábana grande. Así lo explicó:

"Una noche me quedé sin papel. Mi maestra Angiolina Martini me había explicado que los "truscos" habían envuelto a un muerto en un trozo de tela escrito. Pensé que si ellos hicieron eso, yo también puedo. Ya no podía gastar las sábanas con mi marido y entonces pensé en usarlas para escribir."

Clelia Marchi escribía para llenar sus noches en vela y para expresar su angustia solitaria. La sábana no era tanto un tributo a su marido como una conmemoración de su larga vida unidos, firma- da con el nombre de los dos. Aún no estaba lista para bajar los brazos, y escribir era un motivo para seguir viviendo.

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