martes, 30 de marzo de 2010

Yo, Pierre Riviere habiendo degollado a mi madre, mi hermana y mi hermano…

Nacido con esta desagradable disposición, no tardo e confirmar lo que de ella podía esperarse. Hasta la edad de 4 años, dicen los testigos, se pareció a los demás niños de su edad, pero desde este momento siempre paso por un idiota o un imbécil. De este modo, muy pronto se convirtió en el juguete y en el hazmerreir de todos los niños cosa que, haciéndolo mas tímido y vergonzoso aún, impidió sin duda el normal desarrollo de sus facultades afectivas, dado que es notable que, o solo era frío y apático con sus padres, sino que nunca tuvo un amigo y vivió en un aislamiento afectivo muy adecuado para fomentar su inferioridad intelectual y moral. Buscando por instinto la soledad mas inaccesible se pasaba días enteros en el fondo de canteras abandonadas o en el rincón más oscuro de un granero, y allí, reflexionando en los escasos temas de sus pobres lecturas, y dotado de una imaginación muy desarrollada a la par de un falso juicio, se aferraba a todo lo que había de maravilloso, negligía lo positivo y daba una dirección tanto más viciosa a su espíritu, que, al no abrirse jamás a nadie, nadie podía tampoco rectificar sus errores; así pues muy pronto se convirtió en un auténtico alienado. Se le había sorprendido hablando solo varias veces y discutiendo con interlocutores invisibles, o riéndose a carcajadas, o quejándose con gritos plañideros. A veces le encontraban restregándose por el suelo, otras gesticulando de la manera más extraña. Algunas ideas religiosas le pasaban por la cabeza; inmolaba y torturaba animalitos para reproducir las escenas de la pasión de Cristo. Cuando era el relato de una batalla el que afectaba su imaginación, llevado por una especie de arrebato, se lanzaba sobre las legumbres del huerto y las rompía gritando desaforadamente, Cuando le venía alguna idea de poder o de superioridad, intentaba realizarla asustando a los pobres niños. A veces amenazaba con cortarlos con su hoz; otras los cogía y suspendía de un pozo y los amenazaba con dejarlos caer, en otras circunstancias quería que su caballo los devorase, y luego de haberlos asustado lo suficiente, satisfecho con la idea que él creía que le había conferido aquel poder, les dejaba marchar expresando su alegría por medio de risas desmesuradas.

El diablo y las hadas ocupaban un lugar muy importante en su cabeza enferma, y a fuerza de pensar en ellos creyó verlos y oírlos. Conversaba con ellos, hacía pactos, y asustándose el mismo de sus propias ideas, exclamaba a menudo huyendo con terror: ¡El diablo, el diablo!

domingo, 28 de marzo de 2010

Capitanes de la Arena – Jorge Amado


-Pero ¿Qué te crees? ¿Pensas que te vas a ir anyes de darme? No seas orgullosa. Tu macho no se va a enterar, nadie lo va a saber. Y vas a ver lo que es un hombre de verdad…

Y trataba de acariciarla, de dominar su rabia, de hacerle sentir deseo. Sus manos bajaban a lo largo del cuerpo, la acostó con esfuerzo. Ella repetía su frase:

-Dejame, desgraciado… Dejame, desgraciado…

Pedro le levantó la pollera de percal y aparecieron los muslos duros de la negra. Pero mantenía una pierna sobre la otra y Pedro intentó separarlas. La negrita reaccionó de nuevo y como el muchacho la seguía acariciando y le hizo sentir la llegada impetuosa del deseo, no lo golpeó más, sino que le hacía un pedido angustioso.

-Dejame que soy virgen. Vos no me queres, después vas a encontrar a otra. Yo soy virgen, me vas a arruinar.

Pedro la miró, lloraba de miedo y también porque sentía flaquear su voluntad, tenía los pechos hinchados.

-¿Sos virgen de verdad?

-Te lo juro por Dios Nuestro Señor, por la Virgen – y se besaba los dedos en cruz.

Pedro Bala vacilaba. Los pechos de la negrita hinchados bajo sus dedos. Las piernas duras, la mota del sexo.

-¿Lo decís en serio? – y no paraba de acariciarla.

-Te lo juro. Dejame ir, que mi mamá me esta esperando.

Lloraba y Pedro sentía pena, pero el deseo estaba suelto dentro de él. Entonces le propuso al oído (y con la lengua le hacía cosquillas).

-Solo por atrás

-No. No.

-No te pasa nada. Seguís virgen igual.

-No. No, que duele.

Pero seguía acariciándola y ella sintió todo el cuerpo convulsionado. Comprendió que si no lo satisfacía como pedía, su virginidad terminaría allí. Y cuando le prometió (nuevamente su lengua la excitaba desde el oído)

-Si te duele, la saco…- consintió

-Jurame que adelante no.

-Te lo juro.

Pero después que se satisfizo (ella había gritado y le mordía las manos), al ver que la negrita todavía estaba poseída por el deseo, trató de desvirgarla. Ella lo advirtió y saltó como una loca:

-¡Todavía más, desgraciado, con lo que me hiciste! ¿me querés arruinar?

Y sollozaba fuerte, levantando los brazos, enloquecida, toda su defensa estaba en los gritos, en las lágrimas, en las imprecaciones contra el jefe de los Capitanes de la Arena. Pero para Pedro la mayor defensa de la negrita eran sus ojos llenos de pavor, ojos de animal débil que no tiene fuerza para defenderse. Y como su deseo primario ya estaba satisfecho y como la angustia del principio de la noche volvía a dominarlo le dijo:

-Si te dejo, ¿volvés mañana?

-Si, vuelvo.

-Solo te hago lo de hoy. Igual seguís virgen…

Ella dijo que si con la cabeza. Sus ojos parecían los de un loco y en ese momento lo único que quería es escaparse. Ahora que las manos de Pedro ya no la tocaban, ni su labio ni su sexo, su único deseo era escapar y defender su virginidad. Respiró cuando Pedro le dijo:

-Entonces, adate. Pero si no volvés mañana… Cuando te agarre, vas a ver…

Ella empezó a caminar sin contestarle nada. El muchacho la acompañaba:

-Te acompaño para que no te agarre otro…

Iban los dos juntos y ella lloraba. El quiso agarrarle una mano pero ella no lo dejó y se la apartó. Pedro intentó nuevamente tomarle la mano y nuevamente ella la retiró. Entonces le dijo:

-¿Qué te pasa?

Y caminaron tomados de la mano. Ella lloraba y ese llanto angustiaba a Pedro Bala, izo que volviera la angustia del comienzo de la noche, la visión de su padre muriendo en la lucha, la visión de Omolu anunciando venganza. Empezó a maldecir íntimamente el encuentro con la muchacha y apuró el paso para legar cuanto antes al nacimiento de la calle. Ella lloraba y Pedro le dijo con rabia:

-¿Qué te hice? Yo no te hice nada…

Ella apenas lo miró (aunque todavía iba a su lado con pavor) y sus ojos estaban llenos de odio y de desprecio. Pedro bajo la cabeza sin saber que decir, ya no sentía rabia ni deseo, solo había tristeza en su corazón. Un hombre cantaba una zamba en la calle. Ella lloró más fuerte, el iba pateando la arena. Ahora se sentía más débil que ella, la mano de la negrita en su mano pesaba como si fuera de plomo. La soltó y ella se la apartó. Pedro no protestó. Prefería no haberla encontrado, no haber encontrado tampoco a Joao de Adao, no haber ido a Gantois.

Llegaron a la calle, le dijo:

-Ahora podes ir sola, no te van a hacer nada.

Ella volvió a mirarlo con odio y se echo a correr. Pero en la primera esquina se dio vuelta, lo miró (él todavía estaba observándola) y lo maldijo con una voz llena de miedo:

-Peste, que el mal te acompañe, desgraciado. Que Dios te castigue, desgraciado. Hijo de Puta, desgraciado – su voz solitaria atravesaba la calle y estremecía a Pedro Bala.

Y antes de desaparecer a la vuelta de la esquina escupió el suelo con un despreecio supremo y repitió:

-Desgraciado, desgraciado…

En el primer momento Pedro se quedó parado, después se echó a correr por el arenal como si los vientos lo persiguieran, como si tuviera que escapar de las maldiciones de la negrita. Y tenía ganas de tirarse al mar para quitarse tanta angustia, las ganas de vengarse de los hombres que habían matado a su padre, el odio que sentía contra la ciudad rica que se extendía al otro lado del mar, por la Barra, la Victoria, la Graca, la desesperación de su vida de chico abandonado y perseguido, la pena que sentía por esa pobre negrita, una niña también.

“Una niña también”, oía la voz del viento, en el samba que cantaban, una voz dentro de él.

Violación

TITULO III

DELITOS CONTRA LA INTEGRIDAD SEXUAL

(rúbrica del título sustituida por art. 1° de la Ley N° 25.087 B.O. 14/5/1999)

(Nota Infoleg: Capítulo I y su rúbrica: Adulterio, derogados por art. 3° de la Ley N° 24.453 B.O. 7/3/1995)

ARTICULO 118.- (Artículo derogado por art. 4° de la Ley N°24.453 B.O. 7/3/1995)

Capítulo II

ARTICULO 119. - Será reprimido con reclusión o prisión de seis meses a cuatro años el que abusare sexualmente de persona de uno u otro sexo cuando, ésta fuera menor de trece años o cuando mediare violencia, amenaza, abuso coactivo o intimidatorio de una relación de dependencia, de autoridad, o de poder, o aprovechándose de que la víctima por cualquier causa no haya podido consentir libremente la acción.

La pena será de cuatro a diez años de reclusión o prisión cuando el abuso por su duración o circunstancias de su realización, hubiere configurado un sometimiento sexual gravemente ultrajante para la víctima.

La pena será de seis a quince años de reclusión o prisión cuando mediando las circunstancias del primer párrafo hubiere acceso carnal por cualquier vía.

En los supuestos de los dos párrafos anteriores, la pena será de ocho a veinte años de reclusión o prisión si:

a) Resultare un grave daño en la salud física o mental de la víctima;

b) El hecho fuere cometido por ascendiente, descendiente, afín en línea recta, hermano, tutor, curador, ministro de algún culto reconocido o no, encargado de la educación o de la guarda;

c) El autor tuviere conocimiento de ser portador de una enfermedad de transmisión sexual grave, y hubiere existido peligro de contagio;

d) El hecho fuere cometido por dos o más personas, o con armas;

e) El hecho fuere cometido por personal perteneciente a las fuerzas policiales o de seguridad, en ocasión de sus funciones;

f) El hecho fuere cometido contra un menor de dieciocho años, aprovechando la situación de convivencia preexistente con el mismo.

En el supuesto del primer párrafo, la pena será de tres a diez años de reclusión o prisión si concurren las circunstancias de los incisos a), b), d), e) o f)."

(Artículo sustituido por art. 2° de la Ley N° 25.087 B.O. 14/5/1999)

sábado, 13 de marzo de 2010

Robinson Crusoe – Daniel Defoe

Sonreí al ver el dinero y dije en voz alta: “¡Vil metal! ¿De qué me sirves? Para mí, cualquiera de estos cuchillos vale más que tú. No pudo emplearte para nada. Quédate donde estas y húndete hasta el fondo del mar, como una persona cuya vida no es digna de salvación”. Pero luego, pensándolo bien, tomé el dinero y lo envolví en un pedazo de lona junto con los demás objetos.

Auténticos Decadentes

Con dinero o sin dinero

Hago siempre lo que quiero

Ay! Que bueno que seria

Ganarse la lotería