jueves, 3 de junio de 2010

José Ingenieros – El Hombre Mediocre

Encanecer es una cosa muy triste; se trata de un mensaje de la naturaleza que nos advierte la proximidad del crepúsculo. Y no hay remedio. Arrancarse la primera ¿Quién no lo hace? Es como quitar el badajo a la campana que toca el Angelus, pretendiendo con ello prolongar el día.

Las canas visibles corresponden a otras más graves que no vemos: el cerebro y el corazón, todo el espíritu y la ternura, encanecen al mismo tiempo que la cabellera. El alma de fuego bajo la ceniza de los años es una metáfora literaria, desgraciadamente incierta. La ceniza ahoga la llama y protege la brasa. El ingenio es la llama; la brasa, la mediocridad.

Las verdades generales son irrespetuosas, dejan entreabierta una rendija por donde escapan las excepciones particulares. ¿Por qué no decir la conclusión desconsoladora? Ser viejo es ser mediocre, con rara excepción. La máxima desdicha de un hombre superior es sobrevivirse a si mismo, nivelándose con los demás. ¡Cuantos se suicidarían si pudieran advertir ese pasaje terrible del hombre que piensa al hombre que vegeta, del que empuja al que es arrastrado, del que ara surcos nuevos al que se esclaviza en las huellas de la rutina! Vejez y mediocridad suelen ser desdichas paralelas