¡Cómo te aferras a
tu pureza, mi pequeño muchacho! Tienes miedo a ensuciarte las manos. Bien,
¡continúa siendo puro! ¿De qué te servirá? ¿Por qué has venido con nosotros? La
pureza es el ideal del faquir y del monje. Vosotros, los intelectuales, los
anarquistas burgueses, utilizáis la pureza como pretexto para no hacer nada. No
hacer nada, permanecer inmóvil, apretar los puños, llevar guantes. Yo tengo las
manos sucias. Hasta los codos. Las he hundido en el fango y en la sangre. ¿Y
qué? ¿Piensas que se puede gobernar limpiamente?