viernes, 23 de julio de 2010

Las neurosis de los hombres celebres en la historia Argentina - Ramos Mejia

Nada más curioso que esos estados intermedios, esa zona intermedia, como la llama Mausdley a estas penumbras en que el espíritu humano se columpia entre la tranquilidad fisiológica de la salud y la exaltación anómala de la locura declarada, en que se vive próximo a las sombras y misterios de la enajenación, sin perder de vista, sin abandonar completamente los dominios serenos de la razón. Las organizaciones que se hallan bajo este cielo en eterno crepúsculo, viven solicitadas por dos fuerzas contrarias, e igualmente poderosas, aunque por lo común se hace más sensible el poder implacable de la atracción patológica a la que van acercándose sin sentirlo, hasta abandonarse completamente a ella. Participan más de su influencia, porque muy a menudo el terreno viene preparándose desde la cuna o de más lejos todavía, desde el claustro materno, en donde reciben el germen que da a su idiosincrasia cerebral el sello incomprensible de la predisposición. Este equilibrio inestable a que están sujetos y en virtud del cual, ora se ven en el goce pleno de sus facultades, ora en el dominio de la enajenación, constituye ese misterio a que los autores, a falta de una denominación más precisa, han dado el nombre de “estados intermedios”. Es en ellos que se observan esas grandes revelaciones de locura pasiva, mansa, circunscrita, al mismo tiempo que las más elocuentes manifestaciones de una salud cerebral perfecta e intachable. Son puede decirse, una confusión de luz y de sombras, una mezcla incomprensible de la salud y de la enfermedad, una combinación extraña de la razón y de la locura.

viernes, 16 de julio de 2010

La ventana de enfrente (película) - Ferzan Ozpetek

- Debe ser hermoso ver crecer un amor, que comenzó como pasión. Ayudarlo a cambiar y protegerlo del tiempo

- No siempre es fácil.

jueves, 15 de julio de 2010

Oceano Mar - Alessandro Baricco

Uno se construye grandes historias, esa es la verdad, y podría seguir creyéndolas durante años, no importa lo absurdas que sean, ni lo inverosímiles, te las llevas contigo y basta. Se es hasta feliz con cosas así. Feliz. Y podría no acabar nunca. Luego, un día, sucede que se rinde algo en el corazón del gran artefacto fantástico, zas, sin razón alguna, se rompe de repente y tu te quedas ahí, sin comprender como es que toda aquella fabulosa historia ya no la llevas encima, sino delante, como si fuera la locura de otro y ese otro fueras tú. Zas. A veces, basta con nada. Incluso una sola pregunta que aflore. Basta con eso.

-Madame Deverià…, ¿cómo haré yo para reconocer a esa mujer, a la mía, cuando la encuentre?

Incluso una sola pregunta elemental que aflore desde las madrigueras subterráneas en las que la habíamos enterrado

-¿Cómo haré para reconocerla cuando la encuentre?

Ya.