Treinta años más
tarde, Lippmann insiste en que existe una distancia inconmensurable entre la
realidad fluida, oceánica y abierta en la que estamos sumergidos y el carácter necesariamente
limitado y estático de nuestra inteligencia, cuyos ojos están dirigidos hacia
lo sólido y hacia la discontinuidad ficticia de los objetos. (STIEGLER, Barbara, Il faut s’adapter, Gallimard,
Paris, 2019, p. 179)