“La
función del Estado en la democracia no se reduce, por tanto, a resumir y
expresar opiniones y sentimientos que tiene la masa de la población de una
manera difusa e irreflexiva. Durkheim llama al Estado el ´ego´ social (es
decir, ´la conciencia´), mientras que la
conscience
collective es la ´mente´ social en su conjunto (es decir, incluye muchos
modos de pensamiento reflexivo habitual). Por tanto, el Estado es a menudo el
origen de nuevas ideas, y guía la sociedad tanto como es guiado por ella. En
las sociedades donde el Estado no asume esta función directiva, el resultado
puede ser estancamiento casi tan grande como en las sociedades que siguen bajo
el yugo de la tradición. En las sociedades modernas, donde se ha disipado
ampliamente la influencia de tradiciones restrictivas, se abren muchos caminos
para la ostentación del espíritu crítico, y son frecuentes los cambios de
opinión y de talante entre la masa: si el gobierno se limita a reflejar estas
variaciones, el resultado será la incertidumbre y la vacilación constante en el
ámbito político, lo cual no llevará a ningún cambio concreto. Ocurren muchos cambios
superficiales, pero se invalidan entre sí. ´Aquellas sociedades que son tan turbulentas
en la superficie están, a menudo amarradas a la rutina´. Tal situación tiende a
darse precisamente en las circunstancias en que han escaseado los grupos
secundarios que medien entre el individuo y el Estado. Esta misma deficiencia,
en el caso de un Estado fuerte, puede llevar a un despotismo tiránico; y,
cuando el Estado es débil, puede producir una inestabilidad constante.”