sábado, 11 de febrero de 2012

Viaje al fin de la Noche – Louis Ferdinand Céline

Llegó el momento de la marcha. Una noche fuimos a la estación poco antes de la hora que ella regresaba a su casa. Por la mañana me había despedido de Robisnon. Tampoco estaba contento de que me marchara. No hacía más que dejar a todo el mundo. Mientras Molly y yo esperábamos el tren en los andenes, pasaron hombres por nuestro lado que no dieron muestras de conocerla, pero murmuraban algo.

- Ya estás muy lejos Ferdinand. ¿Haces, no es así, lo que tienes ganas de hacer? Esto es importante… Es lo único que cuenta…

El tren llegó a la estación. Al ver la máquina ya no me sentí tan seguro de mi aventura. Besé a Molly con todo el valor que aún guardaba en mi esqueleto. Sentía mucha pena, de verdad, por una vez, por todo el mundo, por mí, por ella, por todos los hombres.

Quizás sea eso lo que se busca a través de la vida, nada más que eso, el máximo dolor posible para devenir uno mismo antes de morir.

Han pasado años y años desde aquella separación… He escrito a menudo a Detroit y también a todas las direcciones que recordaba y donde podían conocer, localizar a Molly. Nunca recibí respuesta.

La casa estaba cerrada en la hora actual. Es todo cuanto he podido saber. Bueno, admirable Molly, quiero, si ella es capaz todavía de leerme, en cualquier sitio que yo no conozco, sepa que no he cambiado en lo que a ella respecta, que la quiero todavía y siempre, a mi modo, y que puede venir aquí, cuando quiera, a compartir mi pan y mi incierto destino. Si ya no es hermosa, ¡qué le vamos a hacer! Nos arreglaremos. Guardo tanta belleza de ella dentro de mí, tan viva, tan cálida, que tengo de sobras para los dos y para al menos veinte años, el tiempo necesario para acabar.

Para separarme de ella necesité ciertamente poseer tanta demencia como sucia y fría calaña. De todos modos he defendido mi alma hasta el presente, y si mañana viniera la muerte por mí no me encontraría, estoy seguro, tan frío, malvado y lerdo como otros; tanta gentileza y ensueño me regaló Molly durante aquellos meses de América.