jueves, 7 de julio de 2022

Por qué soy peronista - Alejandro Rubio


Primero, porque el peronismo le dio dignidad a la clase trabajadora (después se la quitó, con la anuencia de la misma clase, pero ése es un tema que el pensamiento político aún no ha resuelto). Segundo, porque mi abuelo fue dirigente sindical durante la gran década y mi viejo fue militante durante toda la proscripción, arriesgando su vida y su libertad. Tercero, porque conozco bien a los antiperonistas, conozco su clasismo y su racismo, sé cómo el peronismo desbarató sus mediocres sueños y no quiero formar parte de esa carpa ni ahí. Es conocida la pequeña pieza de Borges sobre un hombre que, meses después de la muerte de Evita, montaba en el Chaco o Corrientes el velorio de una muñeca rubia cobrándoles una módica entrada a los lugareños, que así presentaban sus respetos a la señora. La conjetura de Borges: Perón y Eva, héroes de una crasa mitología. Eso es lo máximo que alcanzan los antiperonistas en su comprensión del fenómeno: la buena gente ignorante, en busca de trascendencia semirreligiosa, engañada por un siniestro demagogo. Olvidan que el pueblo peronista no es ingenuo ni crédulo, al contrario, es taimado y pícaro, y se identificó con Perón porque vio en él la versión superior de esas cualidades. Menem tenía las mismas virtudes y eso cimentó la popularidad que permitió convertir el PJ en el ariete de una política históricamente antiperonista, ya que todos los peronistas saben que no existe, no existió nunca, la ideología. El peronismo es el rizoma argentino y por eso los binarios, biunívocos, cuadrados cuadros de la izquierda y la derecha lo denostan por informe y poco riguroso, "populista", dicen, pronunciando con la boquita fruncida esa palabra de puto. Están condenados a una perpetua frustración: sea cual sea el curso que tome el país, el peronismo, en alguno de sus sentidos y en todos a la vez, estará al timón.