Sobre el 17 de octubre de 1945…
En cambio, pocos días después, el
editorial de La Nación alude al "insólito y vergonzoso espectáculo de los
grupos que se adueñaron durante un día de la Plaza de Mayo, el asalto a diarios
en varias par tes del país, el ataque a residencias particulares y el saqueo de
varios comercios". Ahora, esos grupos han dejado de ser obreros. En este
editorial, no son nada. Los "obreros" están mencionados en el texto
como parte de los grupos ciudadanos que se manifestaron a favor de la democracia,
en alusión a los muy pocos sindicatos dirigidos por socialistas y comunistas
que se habían opuesto a la movilización y las huelgas del 17 y 18 de octubre.
El artículo insiste en que Perón quebró la tradicional política de conciliación
de clases, al intentar inculcar la idea a los trabajadores de que las
"fuerzas vivas" los explotaban, para lanzar su candidatura
presidencial (La Nación, 21/10/1945).
Es decir, en la crónica de La
Nación del 18 de octubre predominaba la sorpresa o estupefacción, pero no había
calificaciones sobre los manifestantes, aunque sí sobre el comportamiento de
algunos involucrados: la pasividad de la policía, las acciones que obligaron a
cerrar talleres o comercios, los cánticos agresivos, el acampe de gente en
Plaza de Mayo a la espera de que terminara la huelga general, el ataque a
autoridades universitarias, la presencia de jóvenes, niños y niñas. En cambio, su
editorial posterior enmarca estos acontecimientos en una historia argentina de
lucha contra "la barbarie" apelando a la matriz de interpretación
elaborada por Sarmiento a mediados del siglo XIX.
Hacia fin de mes, La Nación
publicó una larga lista de declaraciones, desde universitarias y sindicales
hasta profesionales y políticas, en las cuales se insistía con que quienes se
manifestaron en esos días no eran "auténticos obreros",
"auténticos patriotas", "auténticos trabajadores". Quedaba
claro lo que no eran, pero no cómo iban a designar ahora a aquellos que antes
habían sido denominados "obreros".
Con el correr de los días, estas
declaraciones de grupos vinculados a la Unión Democrática ofrecieron
interpretaciones que ni siquiera registran a los manifestantes dentro de
categorización alguna; para ellos no son nada. Se trata de una rotunda
denegación de reconocimiento.
En todo caso serían empleados a
sueldo, pequeños grupos de clientelismo o incluso policías. Todo lo cual se
resumiría de allí en más con una palabra para leer en clave; eran peronistas.
Ese término, les describir a los adherentes a Perón, tendrá siempre, en cada contexto,
una recarga, un espesor semiótico.
El diario La Capital de Rosario
describió de esta manera a los participantes de las movilizaciones: "La
mayoría del público que desfiló en las más diversas columnas por las calles lo
hacía en mangas de camisa (La Capital, 19/10/1945). ¿Cómo nominar a esa gente?
¿"Público? aspecto a destacar era que no llevaban saco, "sólo"
llevaban camisa. Y seguía:
Vióse a hombres vestidos de
gauchos y a mujeres de paisanas [...] muchachos que transformaron las avenidas
y plazas en pistas de patinaje, y hombres y mujeres vestidos estrafalaria
mente, portando retratos de Perón, con flores y escarapelas prendidas en sus
ropas, y afiches y carteles.
La alteridad, escurridiza, es
señalada sobre la base de rasgos de la vestimenta: estaban en mangas de camisa,
"vestidos estrafalariamente". El autor de este artículo, el día
anterior, había hecho una referencia similar al mencionar a "los numerosos
hombres, mujeres y niños exóticamente vestidos que bailaban por las
calles" (La Capital, 18/10/1945). El clima festivo es contundente e incluso
revela cierta preparación: carteles, retratos, flores, escarapelas.
En contraste, la escritora
Delfina Bunge de Gálvez publica un artículo en El Pueblo el 25 de octubre en el
que utiliza el término "desharrapado". Intentando conmover a los
cristianos con ese "pueblo pacífico" que salió a las calles, dice:
Jesús debió efectuar su
milagro a favor de turbas semejantes a estas, de "desharrapados"...
(Y de paso: es incomprensible este reproche que se les aplica: si son
"desharrapados", culpa será de los exiguos sueldos que no les dan
para más).
Así, en esta visión católica
pietista, la distancia no es adjudicada a una naturaleza de los pobres, sino a
una responsabilidad de los más acomodados.
Los titulares del periódico
socialista La Vanguardia del 23 de octubre son elocuentes: "Candombe
blanco" y "El saldo del Malón". Además, esas alusiones aparecen
contrapuestas a la actitud de los socialistas, los "auténticos
trabajadores", el "coraje civil" o "los verdaderos hombres
de trabajo". La matriz interpretativa en estos casos es claramente sarmientina.
El dirigente socialista que la enuncia y que seguirá a la cabeza de su partido
por años es Américo Ghioldi. Durante mucho tiempo, dice, creyeron que en la
cruenta lucha entre civilización y barbarie la Argentina ya no estaba entre las
"republiquetas south americanas", modo en que los "pueblos
cultos de la tierra" califican a las turbulentas sociedades
latinoamericanas. "Ahora", continúa, "avergonzados, disminuidos
y entristecidos hemos descubierto que había un fondo de primitividad y miseria
listo para ser utilizado por caudillos militares". Ghioldi pone énfasis
en el lugar desde el cual interpreta los acontecimientos: desde la civilización
y los pueblos cultos del planeta. Además, pone en evidencia algo que muchos han
pasado por alto: el componente de emocionalidad constitutivo de este punto de
vista. Ghioldi se siente avergonzado y triste. Borges diría después que ante
esos sucesos se sintió "avergonzado e indignado" (declaraciones a
la revista Che 18/10/1960)
Bajo el título "Candombe
blanco", otro artículo compara al dictador Rosas con Perón y a las masas
de 1845 con las de 1945. Se describen "las desoladoras jornadas" como
"saturnales a la criolla" y "festividades de tipo rosista".
Porque Rosas había movilizado a la "masa doliente que negreaba sus coros
en candombes" y protegía a "unos pocos negros", de "barrios
orilleros", que un día "se pasearon por las calles de Buenos Aires,
ebrios de entusiasmo, precedidos de sus candombes y marimbas". El 17 y 18
de octubre "hemos tenido en Buenos Aires visiones de candombes. Sólo el
color estaba ausente". Y el artículo remataba agudamente: "Ese
candombe blanco tenía de clase obrera argentina en 1945, lo que en 1845 tenía
de pueblo porteño e candombe negro. Es decir, nada".
La figura de "candombe
blanco" afirma el carácter blanco de una movilización de alma negra. La
idea de que había algo "blanco” allí mostraría ser altamente perecedera.
Mientras tanto, "criollo", "negro”, “candombe” ya portaban
significados sedimentados, sólo que ahora se dirigirían contra el peronismo. En
las semanas siguientes este lenguaje iría ampliándose y propagándose. Por
ejemplo, en un artículo titulado "Ha llegado la hora de combatir", La
Vanguardia sostiene que Perón
creó la conciencia de lucha en
un conglomerado amorfo que hoy, como en la época de Rosas, aspira a ocupar
posiciones que nosotros debemos defender, no para nosotros, pero sí para
aquellos a quienes el pueblo mande a ocuparlas. Cuando la muchedumbre amorfa y
descamisada gritaba en las calles "Alpargatas sí, libro no",
comprendimos que su triunfo, si llegase, habría de terminar con la civilización
para restaurar la barbarie (La Vanguardia, 30/10/1945).
Por su parte, Orientación
-publicado por el Partido Comunista-, en la misma línea, refería a
comparaciones con Rosas así como expresaba frustración y desencanto por una
sociedad que no era tan civilizada como se creía. Orientación refiere a
"pequeños sectores" engañados "en especial a jóvenes y mujeres
recientemente incorporados a la producción y del interior", "sin
conciencia de clase", "los insignificantes los desclasados, los
traidores de siempre". También los califica como "hordas de
desclasados" y "pequeños clanes con aspecto de murga'. Un manifiesto
del PC del 21 de octubre ya había anticipado esta visión estigmatizante:
sostenía que el "nazifascismo" se apoyaba sobre un "malón",
que representaba un "peronismo bárbaro". Desde su perspectiva, el
"malevaje peronista" se arrojó "contra la población indefensa".
Así, a través de los campos semánticos sarmientinos nomina quiénes eran estos
protagonistas, incluidas las referencias a la época de Rosas (véase Correa,
2013).
La idea de que se trataba de
"sectores engañados", de que Perón habría sembrado
"confusionismo obrero", presente en panfletos y declaraciones,
implica un mínimo reconocimiento de que sí había trabajadores. Ambos semanarios
citan palabras de dirigentes sindicales para ilustrar uno de los problemas
centrales:
la torpe oposición de algunos
industriales o terratenientes a con ceder favorablemente pedidos formulados por
las organizaciones obreras [es] caldo de cultivo para la agitación
frenéticamente demagógica del peronismo (La Vanguardia, 23/10/1945).
"Si Perón contó con algún
aporte obrero en sus actos últimos se debió a la actitud cerril de esos
patrones a pagar los jornales del 12 de octubre. La demagogia peroniana se veía
así facilitada" (Orientación, 24/10/1945). Es decir, en contraste con
otros artículos, estos admiten que quizás haya habido algunos obreros. Sin
embargo, ese tímido reconocimiento no mitiga la "denuncia"
denigratoria sobre los manifestantes. Este inestable diagnóstico se decidirá
pronto a favor de quienes creían en la total ausencia obrera.
La cuestión racial del malón y la
barbarie también estaba presente en la postura de Ghioldi y del Partido
Socialista: "En los bajos y entresijos de la sociedad hay acumulada
miseria, dolor, ignorancia, indigencia más mental que física" (La
Vanguardia, 23/10/1 945; el destacado me pertenece). Eso caracterizaba al lumpenproletariado
que según su interpretación había protagonizado la jornada. De este modo, la
inestabilidad categorial se va resolviendo a partir de nociones que intersectan
clase, etnicidad y racialidad. En algunos casos también la dimensión del género
entraba en juego, ya que la presencia contundente de mujeres era otro motivo de
escándalo.
La importancia de las
interpretaciones del socialismo y el comunismo trascendían a sus propios
lectores. En distintos diarios puede encontrarse un impacto explícito de este
relato en la búsqueda de dar sentido a los inéditos acontecimientos.