Escribir es comunicar y, como
tantas otras, la palabra "comunicación" tiene su origen en el latín:
comunicare. La etimología del término tiene que ver con comunidad, comprensión
y conexiones. Si queremos comunicar bien cuando escribimos, no podemos ceñirnos
a reglas individuales sobre cómo escribir, construir oraciones o puntuar. En
otras palabras, aún es necesario sostener algunas reglas básicas comunes para
puntuación. Cuantas más pautas comunes compartamos en el acto de comunicar,
mejor nos entenderemos.
(…)
Los códigos comunes del lenguaje
fueron sin dudas una de las mayores fuerzas impulsoras detrás de los gran des
avances que tuvieron lugar en Europa hace quinientos años, y el sistema de
puntuación común una de sus bases fundamentales. En Det kreative samfund [La
sociedad creativa], Lars Tvede escribió que ese código común apli cado al
lenguaje representa una condición indispensable para Occidente si sigue
aspirando al ideal de dinamismo y creatividad cultural.
En su monumental obra sobre la
historia y el poder de la escritura, el historiador francés Henri-Jean Martin
sostiene la idea de que la gramática es la madre de todas las disciplinas
creativas y que la lógica hizo posible dar forma a las reglas de la escritura.
Ernest Hemingway también se encuentra entre los defensores de la puntuación
convencional:
Mi actitud hacia la puntuación
es que debería ser tan convencional como sea posible. [...] Deberías poder demostrar
que podés hacerlo mucho mejor que nadie con las herramientas habituales antes
de introducir tus propias mejoras.
¿Pero no fue Hemingway uno de los
escritores más destacados del siglo pasado? Lo fue, sí, pero sin embargo seguía
creyendo que debía haber buenas razones para desviarse de los principios y
reglas que se aplican a la puntuación, es decir, tenía exactamente la posición
que Pablo Picasso, cuyo principio creativo era: "Aprende las reglas como
un profesional, para poder romperlas como un artista"
Hoy decimos que debemos romper
los límites para poder avanzar. Puede que sea así, pero también es posible
afirmar que, en lo que respecta a la puntuación, llevamos dos mil años
reflexionando dentro de determinado marco; si desconocemos lo que este implica,
la mayoría de nosotros nos moveremos en un terreno inestable al tener que
comenzar a insertar signos de puntuación a discreción de acuerdo con nuestro
propio criterio.
Sí, Picasso rompió las reglas,
pero antes había aprendido a fondo su oficio. Lionel Messi hace cosas antinaturales
con la pelota, pero para llegar a eso también practicó ejercicios sencillos y
básicos miles de veces. El ajedrecista Magnus Carlsen a veces elige movimientos
que parecen ir más allá de toda razón, contradiciendo incluso lo que
recomiendan los libros, pero él también aprendió ajedrez alguna vez desde sus
reglas básicas. Cuanto mejor conozcamos los principios, las reglas básicas, la
configuración que la computadora llama "predeterminada", más favorable
será la posición en la que nos encontraremos para que los signos de puntuación
contribuyan a darle una calidad especial a nuestro texto.
Theodor W. Adorno (1903-1969) fue
un filósofo alemán, musicólogo y agudo sociólogo que criticaba sin piedad la
injerencia de las autoridades y otras instituciones de poder. Por lo tanto,
nadie se habría escandalizado si él hubiese roto en mil pedazos las reglas de
puntuación y las hubiese enviado al eterno coto de caza del lenguaje. Pero no
lo hizo. Por el contrario, en un famoso artículo de 1956, Adorno trazó un
hermoso paralelo entre música y puntuación:
No hay en el lenguaje elemento
alguno que se parezca más a la música que los signos de puntuación. La coma y
el punto corresponden a la cadencia media y la cadencia auténtica. Los signos
de exclamación son como latidos silenciosos de platillos; los signos de
interrogación operan como preludios optimistas; los dos puntos como acordes de
séptima dominantes; y solo quien puede percibir el peso diferente de los
fraseos fuertes y débiles en la forma musical, puede realmente advertir la
distinción entre una coma y el punto y coma.
Incluso hasta el músico Adorno
acaba también concluir que por las reglas pueden ser un punto de partida
fructífero para la puntuación, como un eco contra el cual podemos probar
nuestras elecciones:
Uno puede sentir la diferencia
entre una voluntad subjetiva que rompe brutalmente las reglas y una delicada
sensibilidad que permite que las reglas resuenen como un eco de fondo, incluso
cuando se las aparta.
Dicho de otro modo y claramente:
tenemos que conocer las reglas si pretendemos romperlas, y también debemos
contar con una razón válida para ello.