martes, 23 de febrero de 2016

El Flaco - José Pablo Feinmann

Kirchner se forma en esa generación y esa frase se le transforma casi en un
grito de batalla: vamos por todo. Lo que quiere decir: nuestra voluntad siempre podrá abrir grietas en el bloque compacto de la adversidad, de las resistencias de lo real, la única verdad no es la realidad porque esa realidad nos niega, no es la nuestra, existe para nuestro sometimiento, para nuestra humillación, o sea: tenemos que derribarla. Si algún “demócrata” dice que ésta es una concepción de la política como guerra se equivoca. Es, sí, una concepción de la historia como conflicto. Dentro del desarrollo de los conflictos se podrán crear consensos, se podrán tolerar los disensos. Pero en tanto el capitalismo (regimen que lleva ya más de 500 años) siga siendo -y otra cosa no puede ser- el sistema de la desigualdad y de la glorificación del egoísmo y la codicia habrá conflictos, habrá antagonismos, y todo consenso será momentáneo, durará en tanto duren los acuerdos dictados por la codicia de los diversos poderes. Cuando entren en colisión retornarán los antagonismos. La resolución extrema de los antagonismos es la guerra. Que, lejos de solucionarlos, los lleva al terreno de la sangre. Cuando aparece la sangre muere la política. La política no es la guerra porque hace la historia prescindiendo de la sangre. La guerra es guerra porque hace la política por medio de la sangre.

Ricardo Piglia - Respiración Artificial

¿Porque cuándo aparece en la literatura argentina la idea de estilo, dijo Renzi,
la idea del escribir bien como valor que distingue a las buenas obras?  Por de pronto es una noción tardía. Aparece recién cuando  la literatura consigue su autonomía y se independiza de la política. La aparición de la idea de estilo es un dato clave: la literatura ha comenzado a ser juzgada a partir de valores específicos, de valores, digamos, dijo Renzi, puramente literarios y no, como sucedía en el XIX, por sus valores políticos o sociales. A Sarmiento o a Hernández jamás se les hubiera ocurrido decir que escribían bien. La autonomía de la literatura, la correlativa noción de estilo como valor al que el escritor se debe someter, nace en la Argentina como reacción frente al impacto de la inmigración. En este caso se trata del impacto de la inmigración sobre el lenguaje.  Para las clases. dominantes la inmigración viene a destruir  muchas cosas ¿no? destruye nuestra identidad nacional, nuestros valores tradicionales, etc., etc. En la zona ligada a la literatura lo que se dice es que la inmigración destruye y corrompe la lengua nacional. En ese momento la literatura cambia de función en la Argentina; pasa a tener una función, digamos, específica. Una función que, sin dejar de ser ideológica y social, sólo la literatura como tal, sólo la literatura como actividad específica puede cumplir. La literatura, decían a cada rato y en todo lugar, tiene ahora una sagrada  misión que cumplir: preservar y defender la pureza de la lengua nacional frente a la mezcla, el entrevero, la disgregación producida por los inmigrantes. Esta pasa a ser ahora la función ideológica de la literatura: mostrar cuál debe ser el modelo, el buen uso de la lengua nacional; el escritor pasa  a ser el custodio de la pureza del lenguaje. En ese momento, hacia el 900 digamos, dijo Renzi, las clases dominantes delegan en sus escritores la función de imponer un modelo escrito de lo que debe ser la verdadera lengua nacional. El que viene a encamar esta nueva función del escritor en la Argentina es Leopoldo Lugones. Lugones es el primer escritor argentino que, a diferencia de Sarmiento, Hernández, etc., cumple en la sociedad una función política exclusivamente como escritor. Es el poeta nacional, el guardián de la pureza del lenguaje. Hace un rato hablábamos con Tardewski sobre el estilo de este hombre, así que no vamos a insistir. Pero lo que hay que decir es esto: Lugones cumple un papel decisivo en la definición del estilo literario en la Argentina. Los textos de Lugones son el ejemplo de qué cosa es escribir bien; él cristaliza y define el paradigma de la escritura literaria. Para nosotros, decía Borges, vos te debes acordar Marconi, dice Renzi, para nosotros, se arrepiente ahora Borges, escribir bien quería decir escribir como Lugones. El estilo de Lugones se construye arduamente y con el diccionario, ha dicho también Borges. Es un estilo dedicado a borrar cualquier rastro del impacto, o mejor, de la mezcolanza que la inmigración produjo en la lengua nacional. Porque ese buen estilo le tiene horror a la mezcla.

Michel Houellebecq - Sumisión

Sin embargo, la   epecificidad de la literatura “arte mayor” de ese Occidente que está llegando a su fin ante nuestros ojos no es difícil de definir. Al igual que la literatura, la música puede determinar un cambio radical, una conmoción emocional, una tristeza o un éxtasis absoluto; al igual que la literatura, la pintura puede generar asombro, una nueva mirada del mundo. Pero solo la literatura puede proporcionar esa sensación de contacto con otra mente humana, con la integralidad de esa mente, con sus debilidades y sus grandezas, sus limitaciones, sus miserias, sus obsesiones, sus creencias: con todo cuanto la emociona, interesa, excita o repugna. Solo la literatura permite entrar en contacto con el espíritu de un muerto, de manera más directa, más completa y más profunda que lo haría una conversación con un amigo, pues por profunda, por duradera que sea una amistad, uno nunca se entrega en una conversación tan completamente como lo hace frente a una hoja en blanco, dirigiéndose a un destinatario desconocido. Por supuesto, tratándose de literatura, la belleza del estilo y la musicalidad de las frases tienen su importancia;  no cabe desdeñar la profundidad de la reflexión del autor ni la originalidad de sus pensamientos; pero ante todo el autor es un ser humano, presente en sus ibros, y en definitiva poco importa que escriba muy bien o muy mal, lo esencial es que escriba y que esté, efectivamente, presente eb sus libros (...). Igualmente, un libro que nos gusta es ante todo un libro del que nos gusta el autor, al que deseamos conocer y con el que apetece pasar los días.