martes, 23 de febrero de 2016

El Flaco - José Pablo Feinmann

Kirchner se forma en esa generación y esa frase se le transforma casi en un
grito de batalla: vamos por todo. Lo que quiere decir: nuestra voluntad siempre podrá abrir grietas en el bloque compacto de la adversidad, de las resistencias de lo real, la única verdad no es la realidad porque esa realidad nos niega, no es la nuestra, existe para nuestro sometimiento, para nuestra humillación, o sea: tenemos que derribarla. Si algún “demócrata” dice que ésta es una concepción de la política como guerra se equivoca. Es, sí, una concepción de la historia como conflicto. Dentro del desarrollo de los conflictos se podrán crear consensos, se podrán tolerar los disensos. Pero en tanto el capitalismo (regimen que lleva ya más de 500 años) siga siendo -y otra cosa no puede ser- el sistema de la desigualdad y de la glorificación del egoísmo y la codicia habrá conflictos, habrá antagonismos, y todo consenso será momentáneo, durará en tanto duren los acuerdos dictados por la codicia de los diversos poderes. Cuando entren en colisión retornarán los antagonismos. La resolución extrema de los antagonismos es la guerra. Que, lejos de solucionarlos, los lleva al terreno de la sangre. Cuando aparece la sangre muere la política. La política no es la guerra porque hace la historia prescindiendo de la sangre. La guerra es guerra porque hace la política por medio de la sangre.

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