sábado, 10 de noviembre de 2018

DUBET, François - Repensar la justicia social contra el mito de la igualdad de oportunidades


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El mundo de las víctimas, por otra parte, no es necesariamente fraternal: cada uno, individuo o grupo, debe presentarse como si fuera más víctima que los demás. No es raro que el resentimiento se vuela un resorte esencial de esta competencia, porque yo puedo no perdonarles a los otros que hayan conseguido parecer más víctimas que yo y que sean por eso más reconocidos y mejor asistidos (Chaumont, 1997).

(…) la competencia entre las víctimas tiende a acalorarse. Víctimas del racismo, los negros de las Antillas (y por lo tanto, franceses) y los negros procedentes del África (y por lo tanto, inmigrantes o antiguos inmigrantes) no llegan a unificar sus luchas: ¿la esclavitud sufrida por los ancestros de los primeros es peor que el colonialismo por los padres de los segundos? ¿las muchachas que viven en los suburbios oprimidas por los muchachos de su barrio son más o menos víctimas que sus hermanos designados como la causa de todos los males? Como la igualdad de oportunidades abre una competencia general, pone desde un comienzo a las víctimas en situación de competencia. ¿Las mujeres de las clases populares son más o menos víctimas que los hombres de las minorías visibles? Esas minorías, ¿son todas víctimas en el mismo grado? Los homosexuales de medios acomodados, ¿sufren lo mismo, desde el punto de vista social, que los heterosexuales pobres? Y, dado que se es víctima “en tanto” perteneciente a tal o cual condición, ene l mundo de los derechohabientes no cesa de fraccionarse (…).
Este mecanismo victimario induce una obligación de asignación. A pesar de que la igualdad de oportunidades es, en principio, profundamente individualista, y que apela a la autonomía y a la libertad de cada uno, el hecho de definirse como víctima lleva a identificarse con un colectivo. Aunque la perspectiva constructivista dominante hoy en as ciencias sociales no se cansa de explicar que las culturas y las identidades no tienen nada de natural y son producciones culturales y sociales, la lógica de asignación resulta todavía más imperativa; sin embargo, cada individuo podría elegir en un repertorio de identidades aquella que decide movilizar.

lunes, 29 de octubre de 2018

GIDDENS, Anthony, El capitalismo y la moderna teoría social


Resultado de imagen para durkheim“La función del Estado en la democracia no se reduce, por tanto, a resumir y expresar opiniones y sentimientos que tiene la masa de la población de una manera difusa e irreflexiva. Durkheim llama al Estado el ´ego´ social (es decir, ´la conciencia´), mientras que la conscience collective es la ´mente´ social en su conjunto (es decir, incluye muchos modos de pensamiento reflexivo habitual). Por tanto, el Estado es a menudo el origen de nuevas ideas, y guía la sociedad tanto como es guiado por ella. En las sociedades donde el Estado no asume esta función directiva, el resultado puede ser estancamiento casi tan grande como en las sociedades que siguen bajo el yugo de la tradición. En las sociedades modernas, donde se ha disipado ampliamente la influencia de tradiciones restrictivas, se abren muchos caminos para la ostentación del espíritu crítico, y son frecuentes los cambios de opinión y de talante entre la masa: si el gobierno se limita a reflejar estas variaciones, el resultado será la incertidumbre y la vacilación constante en el ámbito político, lo cual no llevará a ningún cambio concreto. Ocurren muchos cambios superficiales, pero se invalidan entre sí. ´Aquellas sociedades que son tan turbulentas en la superficie están, a menudo amarradas a la rutina´. Tal situación tiende a darse precisamente en las circunstancias en que han escaseado los grupos secundarios que medien entre el individuo y el Estado. Esta misma deficiencia, en el caso de un Estado fuerte, puede llevar a un despotismo tiránico; y, cuando el Estado es débil, puede producir una inestabilidad constante.”

miércoles, 19 de septiembre de 2018

Las Manos Sucias - J.P. Sartre


 ¡Cómo te aferras a tu pureza, mi pequeño muchacho! Tienes miedo a ensuciarte las manos. Bien, ¡continúa siendo puro! ¿De qué te servirá? ¿Por qué has venido con nosotros? La pureza es el ideal del faquir y del monje. Vosotros, los intelectuales, los anarquistas burgueses, utilizáis la pureza como pretexto para no hacer nada. No hacer nada, permanecer inmóvil, apretar los puños, llevar guantes. Yo tengo las manos sucias. Hasta los codos. Las he hundido en el fango y en la sangre. ¿Y qué? ¿Piensas que se puede gobernar limpiamente?

lunes, 16 de julio de 2018

Las Nubes - Juan José Saer

...me dije que, desterrado de mi mundo familiar, y en medio de ese silencio desmesurado, el único modo de evitar el terror consistía en desaparecer yo mismo y que, si me concentraba lo suficiente, mi propio ser se borraría arrastrando consigo a la inexistencia ese mundo en el que empezaba a entreverse la pesadilla. Pero mi consciencia, rebelde, persistía, susurrándome: si este lugar extraño no le hace perder a un hombre la razón, o no es un hombre, o ya está loco, porque es la razón lo que engendra la locura.

sábado, 10 de febrero de 2018

La marchita, el escudo y el bombo - E. Adamovsky, E. Buch

Años después, ya terminado sus dos mandtos, Menem escuchará la marcha peronista con oídos en cierto modo más tradicionales, cando cerca de ochocientos partidarios vengan a cantársela en desagravio durante su prisión domiciliaria por una causa por contrabando de armas. Igual la mejor explicación, o la más cínica, del significado de la marcha peronista durante el menemismo no vino de Menem sino de su ministro de Trabajo, el ex-sindicalista Jorge Triaca: "El verso de la marcha peronista que dice 'combatiendo al capital' es solo una licencia poética". En la frase de Triaca, la poesía es sinónimo de mentira; en el comentario de Lotersztain y Castelucci, es sinónimo de verdad. En este contraste filosófico, tan viejo como la poesía misma, cabe toda la fascinación de la marcha peronista como dramaturgia del exceso.