lunes, 18 de diciembre de 2023

Ava, Pablo, Lecturas de Derecho y Sociedad, Historia del pensamiento de la sociología del derecho, Buenos Aires, Eudeba, 2018, p. 8.

Se puede afirmar que así como el siglo XIX fue el siglo de los Parlamentos, el XX de los Poderes Ejecutivos y los grandes Estados de Bienestar, el siglo XXI inicia con un gran poder de los jueces. Sucede que los conflictos llegan antes a los estrados judiciales que a las agendas legislativas o políticas. Los jueces resuelven casos colectivos, institucionales, de innovación, etc. Esta situación dio lugar a la "revolución contra el formalismo", como la llama Soriano, y que encabezó Geny.

jueves, 14 de diciembre de 2023

Lyons, Martin, La cultura escrita de la gente común en Europa, c. 1860-1920, pp. 95-96.

Marchábamos días enteros y no se veía otra cosa que majadas de ovejas, tropillas de guanacos y avestruces y un montón de zorros salvajes que hacían estragos en las majadas. Un poco más lejos de donde nos quedamos empantanados, en una lomita había un rancho: paredes de barro y el techo unas cuan- tas chapas de zinc. Caminamos hasta allí. Nos recibió un hom- bre [...]. Uraño, desconfiado, le contamos lo que nos había ocurrido y le pedimos nos dejara hacer noche allí. De mala manera contestó que podíamos quedarnos, pero que no tenía nada para comer. Hacía mucho frío, y queríamos calentarnos al lado del fuego. Poco a poco traté de conquistarme su con- fianza, le pregunté el tiempo que llevaba en el desierto, de qué nacionalidad era y sus medios de vida. Y llegamos a lo que quería contarte. Han pasado tantísimos años, nada de aquella escena se me olvidó, ni se me olvidará hasta que me muera. No sabía los años que tenía, ni cuántos estaba en el Río Negro. Era español y asómbrate, paisano tuyo, asturiano de Castropol. Le dije que también era asturiano de Luarca. Me contestó que lo había oído nombrar, pero que no conocía [...]. De pronto sin decir nada se levantó y se fue. Tardó más de una hora en volver. Venía acompañado de una india, tan sucia como él. Ninguno de los dos habló una palabra. La india entró a la cocina y preparó un guiso de arroz con carne de oveja, una gran porquería pero no se podía dejar, allí no estaba el Hotel de Londres de Bahía Blanca. Aquel salvaje volvió a salir y regresó con un baúl, de esos que traemos los inmigrantes cuan- do venimos a América. Estaba hecho pedazos, la tapa suelta, atada con una cuerda. Sacó un montón de cartas de España, 10 ó 15, todas sin abrir y me pidió que se las leyera. Eran de una hermana y de una sobrina que le llamaba: Mi querido tío. Había de todas las fechas desde 10 años atrás. Le contaban miserias y le pedían ayuda.

viernes, 8 de diciembre de 2023

LYONS, Martin, La cultura escrita de la gente común en Europa, c. 1860-1920

Otro de esos escribientes fue Clelia Marchi. Clelia, si me permiten llamarla por su nombre de pila, era una campesina de una aldea cercana a Mantua, nacida en 1912. Tenía 14 años cuando conoció a Anteo, su futuro marido, trillando maíz. Menos de dos años después, estaba esperando al primero de sus ocho hijos, cuatro de los cuales murieron jóvenes. Durante cuarenta y seis años, ella y su esposo compartieron una vida de arduo trabajo agrícola. En 1972, cuando Anteo murió en un accidente automovilístico, Clelia sufrió una profunda crisis. Desconsolada, presa de la soledad y del insomnio, pasó revista a su pasado. "Me siento vacía...", escribió: 

"...terminada, inútil me paso los días llorando, nunca habría pensado que después de 50 años de matrimonio nos separáramos así; toda mi tristeza la escribo de noche, porque duermo poco, como un ser humano cuando está afligido"

Halló en la escritura una nueva razón para vivir. Tomó un marcador (pennarello) negro y escribió su autobiografía en lo que tenía a mano: una sábana grande. Así lo explicó:

"Una noche me quedé sin papel. Mi maestra Angiolina Martini me había explicado que los "truscos" habían envuelto a un muerto en un trozo de tela escrito. Pensé que si ellos hicieron eso, yo también puedo. Ya no podía gastar las sábanas con mi marido y entonces pensé en usarlas para escribir."

Clelia Marchi escribía para llenar sus noches en vela y para expresar su angustia solitaria. La sábana no era tanto un tributo a su marido como una conmemoración de su larga vida unidos, firma- da con el nombre de los dos. Aún no estaba lista para bajar los brazos, y escribir era un motivo para seguir viviendo.