jueves, 14 de diciembre de 2023

Lyons, Martin, La cultura escrita de la gente común en Europa, c. 1860-1920, pp. 95-96.

Marchábamos días enteros y no se veía otra cosa que majadas de ovejas, tropillas de guanacos y avestruces y un montón de zorros salvajes que hacían estragos en las majadas. Un poco más lejos de donde nos quedamos empantanados, en una lomita había un rancho: paredes de barro y el techo unas cuan- tas chapas de zinc. Caminamos hasta allí. Nos recibió un hom- bre [...]. Uraño, desconfiado, le contamos lo que nos había ocurrido y le pedimos nos dejara hacer noche allí. De mala manera contestó que podíamos quedarnos, pero que no tenía nada para comer. Hacía mucho frío, y queríamos calentarnos al lado del fuego. Poco a poco traté de conquistarme su con- fianza, le pregunté el tiempo que llevaba en el desierto, de qué nacionalidad era y sus medios de vida. Y llegamos a lo que quería contarte. Han pasado tantísimos años, nada de aquella escena se me olvidó, ni se me olvidará hasta que me muera. No sabía los años que tenía, ni cuántos estaba en el Río Negro. Era español y asómbrate, paisano tuyo, asturiano de Castropol. Le dije que también era asturiano de Luarca. Me contestó que lo había oído nombrar, pero que no conocía [...]. De pronto sin decir nada se levantó y se fue. Tardó más de una hora en volver. Venía acompañado de una india, tan sucia como él. Ninguno de los dos habló una palabra. La india entró a la cocina y preparó un guiso de arroz con carne de oveja, una gran porquería pero no se podía dejar, allí no estaba el Hotel de Londres de Bahía Blanca. Aquel salvaje volvió a salir y regresó con un baúl, de esos que traemos los inmigrantes cuan- do venimos a América. Estaba hecho pedazos, la tapa suelta, atada con una cuerda. Sacó un montón de cartas de España, 10 ó 15, todas sin abrir y me pidió que se las leyera. Eran de una hermana y de una sobrina que le llamaba: Mi querido tío. Había de todas las fechas desde 10 años atrás. Le contaban miserias y le pedían ayuda.

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