miércoles, 14 de junio de 2023

Bahía Blanca, Martín Kohan

La burocracia aplasta cuando funciona perfectamente bien, como les pasa a los pobres alemanes. Entre nosotros, porque es siempre ineficaz, provoca fastidio, frustración, hartazgo, pena; pero no agobia por un efecto de encierro, ni ahoga como ahoga lo que es compacto. Está llena de agujeros y de fallas, lo que conviene en definitiva cuando lo que está precisando uno, como ahora preciso yo, es el des- cuido y no la eficiencia: la distracción. Al igual que casi todos los demás empleados de la universidad, tengo un proyecto de investigación radicado (es la palabra) en algún bibliorato de algún estante de alguna dependencia parsimo- niosa. Se trata según recuerdo de un proyecto un tanto difuso, porque tengo por lo general la ambición de lo dis- perso, aunque debo suponer que para recibir la correspon- diente acreditación (es la palabra) tengo que haberme valido de la retórica de lo preciso. Salió bien a todas luces ese re- curso, porque a cambio me procuraron un número de lega- jo de cuatro cifras o acaso de cinco, y junto con eso un sa- lario que me garantiza la virtud de una vida modesta. Ahora que, para usar la frase hecha, las papas queman, me valgo de esa circunstancia para tramar una maniobra que no es del todo irregular, o lo es apenas. Cumplo horario en una dependencia de la universidad, firmando una planilla al llegar y esa misma planilla al salir, con la certeza práctica- mente absoluta de endeble que nadie nunca va a revisar esa prueba pero suficiente de mi cumplimiento del deber.