jueves, 11 de noviembre de 2010

Elogio de la Madrastra – Mario Vargas Llosa

Pero el Joven rosado decía que yo soy la elegida, que entre todas las mujeres, me han señalado a mí. ¿Quién? ¿Para qué? ¿Qué cosa buena o mala he hecho para que alguien me prefiera? Yo sé muy bien lo poco que valgo. En la aldea hay muchachas más lindas y hacendosas, más fuertes, más ilustradas, más valientes. ¿Porqué me elegirían, pues, a mí? ¿Por ser más reservada y asustadiza? ¿Por mi paciencia? ¿Por llevarme bien con todo el mundo? ¿Por el cariño con que ordeño a nuestra cabrita y la alegría que me causan los quehaceres simples de cada día, como asear la casa, regar el huerto y preparar la comida de mis padres? No creo tener mas meritos que esos, si es que lo son, y no defectos. Deborah me dijo una vez: -Tú careces de aspiraciones, María-. Tal vez sea cierto. Qué voy a hacer si así nací: me gustan la vida y el mundo me parece bello tal como es. Por eso dirán que soy simple. Sin duda lo soy, pues siempre he evitado las complicaciones. Pero algunos anhelos si tengo. Me gustaría que mi cabrita no se muriera nunca, por ejemplo. Cuando me lame la mano pienso que un día se morirá y, entonces, se me empuña el corazón. No es bueno sufrir. Me gustaría también que nadie sufra.