domingo, 26 de diciembre de 2010

Las guerras que hay que combatir – Gianni Vattimo

Mientras reflexionaba sobre las posibilidades de las “multitudes” a las que Negri asigna la tarea de destruir el imperio, me exasperaba (como, por otra parte, me continua sucediendo) la discusión sobre las guerras de religión, sobre la violencia homicida que a menudo se reviste de razones ideales, de devoción a Dios y a sus preceptos. Ya que, como decía el presidente Mao, la revolución sigue sin ser una invitación a cenar, sino mas bien algo “violento”, aunque no necesariamente sanguinario, también la hipócrita preocupación por el valor de la vida, siempre y en toda circunstancia, me parecía que debe ser discutida. Sigo pensando que las únicas guerras por las que vale la pena luchar son las guerras revolucionarias.

¿Y si las únicas guerras que realmente merecen librarse fuesen precisamente las tan calumniadas “guerras de religión”, los conflictos de civilización que, al parecer, amenazan en convertirse en nuestro futuro? O, para decirlo en términos algo menos impopulares: ¿si fuese cierto que lo único por lo que vale la pena morir, o al menos arriesgar la vida, fuesen los ideales? La expresión “guerra de religión” irrita y repele, parece sinónimo de fanatismo y, sobre todo, de una concepción sustancialmente blasfema de la divinidad. De acuerdo, ¿pero entonces los mártires cristianos que estaban dispuestos a ser pasto de los leones con tal de no renegar de su fe eran solo unos testarudos que anteponían sus convicciones, y asimismo su distorsionada visión del servicio de Dios, al respeto de la sacralidad de la vida? Lo mismo podría decirse de quienes murieron por no traicionar una vocación, una idea política, un sueño de plenitud que para ellos valía mucho más que la supervivencia, aun cuando en realidad no creían en una vida después de la muerte. Quizá la fascinación y la conmoción que despierta una película como El Pianista, de Polanski, se deba a que transmite un mensaje de este tipo: ha podido resistir el miedo a la muerte porque seguía una vocación. Los ideales por los que uno se sacrifica cambian con el transcurso de la historia, pero persiste una diferencia radical que Hegel teoriza filosóficamente cuando analiza la relación entre el esclavo y el amo: el esclavo se libera de su esclavitud cuando tiene el valor de arriesgar su vida para luchar por la libertad. Y, si no muere en combate, su vida cambia, se convierte en la de un hombre libre. Nos parece que, incluso si la lucha no termina con un enfrentamiento mortal, la única manera de permanecer en el mundo con dignidad es la de estar dispuestos al “martirio”. No cabe duda de que vive más feliz quien no sacrifica la vida, el tiempo y sus principales preocupaciones a las múltiples divinidades falsas que se le proponen en la banalidad cotidiana y en las imposturas ideológicas interesadas. Por otra parte, la guerra de religión nos horroriza, sobre todo, porque suele enmascarar como deber religioso, lo que, por lo general, no es más que el deber impuesto de defender intereses económicos y, para colmo, a menudo bastante distinto de los nuestros. Es muy probable que la denominada guerra santa de los extremistas islámicos contra Occidente solo sea en realidad una lucha por la supremacía (territorial, económica, petrolífera o, en cualquier caso, muy terrenal) disfrazado como guerra religiosa para el consumo de masas. Nosotros, que no vivimos en el islam, no lo sabemos; en cambio, sabemos muy bien, que “nuestra” guerra de civilización o de religión contra el terrorismo (unificarlo bajo un solo nombre sirve para mantener la necesidad de una guía única) es una guerra de carácter secular y totalmente terrenal. Y podemos oponernos a ella por muchas razones, sobre todo si implica, como de hecho sucede, la violación de muchos de los ideales por los que, en cambio, podríamos llegar a sacrificarnos. Pero, por lo demás, dejemos de conmovernos, piadosa o hipócritamente, a la causa de la sacralidad de la vida. Los latinos nos han transmitido un refrán propter vitam, vivendi perderé causas: “por amor a la vida, acabar perdiendo las razones para vivir”. En muchos aspectos nuestra civilización, rica pero terriblemente carente de sentido, cínica y resignada, se ajusta a esta descripción. No se trata de prepararse para la guerra y de aceptar la ley de la violencia, sino de convencernos de que realmente podemos arriesgar la vida para construir un mundo en el que ya nadie deba sucumbir; es decir, morir o correr peligro de muerte, por voluntad de intereses de los demás, por la estupidez del tránsito vial, por la contaminación insensata o las enfermedades que podrían curarse, como los millones de africanos que mueren a causa del SIDA ante la indiferencia de las multinacionales farmacéuticas y de los Estados “civiles”. Construir un mundo en el que todos puedan elegir con plena libertad el valor, el Dios, en nombre del cual vivir la vida o incluso sacrificarla, podría ser en realidad el ideal de virtud en virtud del cual escapar de la (vida y) muerte estúpida a la que nos arriesgamos a ser condenados.

Octubre de 2002

jueves, 23 de diciembre de 2010

Memoria de mis putas tristes

Siempre había entendido que morirse de amor no era más que una licencia poética. Aquella tarde, de regreso a casa otra vez sin el gato y sin ella, comprobé que no sólo era posible morirse, sino que yo mismo, viejo y sin nadie, estaba muriéndome de amor. Pero también me di cuenta de que era válida la verdad contraria: no habría cambiado por nada del mundo las delicias de mi pesadumbre. Había perdido más de quince años tratando de traducir los cantos de Leopardi, y sólo aquella tarde los sentí a fondo: Ay de mí, si es amor, cuánto atormenta.

martes, 14 de diciembre de 2010

Ante la Ley, de Franz Kafka.


Ante la ley hay un guardián. Un campesino se presenta al guardián y le pide que le deje entrar. Pero el guardián contesta que de momento no puede dejarlo pasar. El hombre reflexiona y pregunta si más tarde se lo permitirá.

- Es posible - contesta el guardián -, pero ahora no.

La puerta de la ley está abierta, como de costumbre; cuando el guardián se hace a un lado, el campesino se inclina para atisbar el interior. El guardián lo ve, se ríe y le dice:

- Si tantas ganas tienes - intenta entrar a pesar de mi prohibición. Pero recuerda que soy poderoso. Y sólo soy el último de los guardianes. Entre salón y salón hay otros tantos guardianes, cada uno más poderoso que el anterior. Ya el tercer guardián es tan terrible que no puedo soportar su vista.

El campesino no había imaginado tales dificultades; pero el imponente aspecto del guardián, con su pelliza, su nariz grande y aguileña, su larga bárba de tártaro, rala y negra, le convencen de que es mejor que espere. El guardián le da un banquito y le permite sentarse a un lado de la puerta. Allí espera días y años. Intenta entrar un sinfín de veces y suplica sin cesar al guardián. Con frecuencia, el guardián mantiene con él breves conversaciones, le hace preguntas sobre su país y sobre muchas otras cosas; pero son preguntas indiferentes, como las de los grandes señores, y al final siempre le dice que no todavía no puede dejarlo entrar. El campesino, que ha llevado consigo muchas cosas para el viaje, lo ofrece todo, aun lo más valioso, para sobornar al guardián. Éste acepta los obsequios, pero le dice:

- Lo acepto para que no pienses que has omitido algún esfuerzo.

Durante largos años, el hombre observa casi continuamente al guardián: se olvida de los otros y le parece que éste es el único obstáculo que lo separa de la ley. Maldice su mala suerte, durante los primeros años abiertamente y en voz alta; más tarde, a medida que envejece, sólo entre murmullos. Se vuelve como un niño, y como en su larga contemplación del guardián ha llegado a conocer hasta las pulgas de su cuello de piel, ruega a las pulgas que lo ayuden y convenzan al guardián. Finalmente su vista se debilita, y ya no sabe si realmente hay menos luz o si sólo le engañan sus ojos. Pero en medio de la oscuridad distingue un resplandor, que brota inextinguible de la puerta de la ley. Ya le queda poco tiempo de vida. Antes de morir, todas las experiencias de esos largos años se confunden en su mente en una sola pregunta, que hasta ahora no ha formulado. Hace señas al guardián para que se acerque, ya que el rigor de la muerte endurece su cuerpo. El guardián tiene que agacharse mucho para hablar con él, porque la diferencia de estatura entre ambos ha aumentado con el tiempo.

- ¿Qué quieres ahora - pregunta el guardián -. Eres insaciable.

- Todos se esfuerzan por llegar a la ley - dice el hombre -; ¿cómo se explica, pues, que durante tantos años sólo yo intentara entrar?

El guardián comprende que el hombre va a morir y, para asegurarse de que oye sus palabras, le dice al oído con voz atronadora:

- Nadie podía intentarlo, porque esta puerta estaba reservada solamente para ti. Ahora voy a cerrarla.

martes, 7 de diciembre de 2010

Antonio Di Benedeto – Zama


Dijo que hay un pez, en ese mismo río, que las aguas no quieren y él, el pez, debe pasar la vida, toda la vida, como el mono, en vaivén dentro de ellas; aún de un modo más penoso, porque está vivo y tiene que luchar constantemente con el flujo líquido que quiere arrojarlo a tierra. Dijo Ventura Prieto que estos sufridos peces, tan apegados al elemento que los repele, quizás apegados a pesar de sí mismos, tienen que emplear casi íntegramente sus energías en la conquista de la permanencia y aunque siempre están en peligro de ser arrojados del seno del río, tanto que nunca se les encuentra en la parte central del cauce, sino en los bordes, alcanzan larga vida, mayor que la normal entre los otros peces. Sólo sucumben, dijo también, cuando su empeño les exige demasiado y no pueden procurarse alimento.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Elogio de la Madrastra – Mario Vargas Llosa

Pero el Joven rosado decía que yo soy la elegida, que entre todas las mujeres, me han señalado a mí. ¿Quién? ¿Para qué? ¿Qué cosa buena o mala he hecho para que alguien me prefiera? Yo sé muy bien lo poco que valgo. En la aldea hay muchachas más lindas y hacendosas, más fuertes, más ilustradas, más valientes. ¿Porqué me elegirían, pues, a mí? ¿Por ser más reservada y asustadiza? ¿Por mi paciencia? ¿Por llevarme bien con todo el mundo? ¿Por el cariño con que ordeño a nuestra cabrita y la alegría que me causan los quehaceres simples de cada día, como asear la casa, regar el huerto y preparar la comida de mis padres? No creo tener mas meritos que esos, si es que lo son, y no defectos. Deborah me dijo una vez: -Tú careces de aspiraciones, María-. Tal vez sea cierto. Qué voy a hacer si así nací: me gustan la vida y el mundo me parece bello tal como es. Por eso dirán que soy simple. Sin duda lo soy, pues siempre he evitado las complicaciones. Pero algunos anhelos si tengo. Me gustaría que mi cabrita no se muriera nunca, por ejemplo. Cuando me lame la mano pienso que un día se morirá y, entonces, se me empuña el corazón. No es bueno sufrir. Me gustaría también que nadie sufra.

domingo, 10 de octubre de 2010

Sonata a Kreutzer - León Tolstoi


En teoría, el amor es una cosa ideal, sublime, mientras que en la practica resulta una bajeza, una porquería hasta de la que da vergüenza hablar. Y si se trata de una cosa baja y vergonzosa, así hay que comprenderla. Pero los hombres fingen que el amor es bello y elevado. ¿En que consistieron los primeros indicios de mi amor? En entregarme a excesos animales sin avergonzarme en modo alguno. Es más: me enorgullecía la posibilidad de cometerlos, no pensaba en absoluto en la vida espiritual ni en la vida física de mi mujer. Me extrañaba nuestra irritación reciproca, y, sin embargo, la cosa estaba clara: se trataba de una protesta de la naturaleza humana contra el animal que la oprimía. Me extrañaba nuestro odio mutuo, y, sin embargo, no podía ser de otro modo. Era el odio recíproco de los cómplices de un crimen, tanto en la incitación como en la provocación de este.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Historia del Llanto – Alan Pauls

"…un poco como lee después en una tragedia isabelina que se vierten, no en el estómago ni en la sangre sino en el oído, los venenos verdaderamente letales."

domingo, 29 de agosto de 2010

Hermanos Karamazov – Fiodor Dostoyevski

Vengo de lejos, batiuchka, de lejos, a trescientas verstas de aquí. De lejos padre, de lejos –repetía la mujer como un estribillo, balanceando la cabeza de derecha a izquierda con la mejilla apoyada sobre la palma de la mano. Hablaba como lamentándose. Hay en el pueblo un dolor silencioso y paciente que penetra en el mismo y se calla. Pero hay otro que estalla; se manifiesta por las lágrimas y se extiende en lamentaciones, sobre todo en las mujeres. No es más leve que el dolor silencioso. Las lamentaciones no se tranquilizan más que cuando roen y destrozan el corazón. Un dolor semejante no necesita consuelo; se alimenta con la idea de ser inextinguible. Las lamentaciones no son más que la necesidad de irritar aún más la llaga.

Hermanos Karamazov – Fiodor Dostoyevski

Es verdad que ese medio probado y ya milenario de regeneración moral, que hace pasar al hombre de la esclavitud a la libertad perfeccionándolo, puede volverse una arma de doble filo: en lugar de la humildad y el imperio sobre sí mismo, puede desarrollar un orgullo satánico y hacer un esclavo en lugar de un hombre libre.

lunes, 9 de agosto de 2010

Coincidencia Swift / Ramos Mejía

Hace un tiempo publique en el blog un texto de Jonathan Swift (acá esta el hipervínculo http://lasnegritassonmias.blogspot.com/2009/08/una-modesta-proposicionpara-prevenir.html) al cual me acerque por indicación del curso de Régimen Penal de Menores en la UBA. Ese texto fue leído por mí como una ironía. Tiempo después, leyendo “Las neurosis de los Hombres Celebres en la Historia Argentina” de José Ramos Mejía encuentro una referencia a ese texto, en donde mi entendimiento del texto de Swift aparece como equivocada. Me resulto de gran interés esta situación, por ello pongo acá el texto de Ramos Mejía.

Swift murió loco y su espíritu enfermo se revela elocuentemente en ese folleto que publicó en 1729 y que Taine ha reproducido en la “Revue des Deux Mondes”. Llevaba por título: “Proposición modesta para impedir que los niños pobres en Irlanda no sean una carga a sus padres y a su país”. En este panfleto Swift proponía que a los niños de buena constitución y de cierta edad se les beneficiara para vender su carne, colocando “puntos” de la ciudad de Dublín adonde pudieran cómodamente concurrir los carniceros (citado también por Moreau). Swift había presentido su enfermedad y entre sus ascendientes se encontraban algunos neurópatas.

viernes, 23 de julio de 2010

Las neurosis de los hombres celebres en la historia Argentina - Ramos Mejia

Nada más curioso que esos estados intermedios, esa zona intermedia, como la llama Mausdley a estas penumbras en que el espíritu humano se columpia entre la tranquilidad fisiológica de la salud y la exaltación anómala de la locura declarada, en que se vive próximo a las sombras y misterios de la enajenación, sin perder de vista, sin abandonar completamente los dominios serenos de la razón. Las organizaciones que se hallan bajo este cielo en eterno crepúsculo, viven solicitadas por dos fuerzas contrarias, e igualmente poderosas, aunque por lo común se hace más sensible el poder implacable de la atracción patológica a la que van acercándose sin sentirlo, hasta abandonarse completamente a ella. Participan más de su influencia, porque muy a menudo el terreno viene preparándose desde la cuna o de más lejos todavía, desde el claustro materno, en donde reciben el germen que da a su idiosincrasia cerebral el sello incomprensible de la predisposición. Este equilibrio inestable a que están sujetos y en virtud del cual, ora se ven en el goce pleno de sus facultades, ora en el dominio de la enajenación, constituye ese misterio a que los autores, a falta de una denominación más precisa, han dado el nombre de “estados intermedios”. Es en ellos que se observan esas grandes revelaciones de locura pasiva, mansa, circunscrita, al mismo tiempo que las más elocuentes manifestaciones de una salud cerebral perfecta e intachable. Son puede decirse, una confusión de luz y de sombras, una mezcla incomprensible de la salud y de la enfermedad, una combinación extraña de la razón y de la locura.

viernes, 16 de julio de 2010

La ventana de enfrente (película) - Ferzan Ozpetek

- Debe ser hermoso ver crecer un amor, que comenzó como pasión. Ayudarlo a cambiar y protegerlo del tiempo

- No siempre es fácil.

jueves, 15 de julio de 2010

Oceano Mar - Alessandro Baricco

Uno se construye grandes historias, esa es la verdad, y podría seguir creyéndolas durante años, no importa lo absurdas que sean, ni lo inverosímiles, te las llevas contigo y basta. Se es hasta feliz con cosas así. Feliz. Y podría no acabar nunca. Luego, un día, sucede que se rinde algo en el corazón del gran artefacto fantástico, zas, sin razón alguna, se rompe de repente y tu te quedas ahí, sin comprender como es que toda aquella fabulosa historia ya no la llevas encima, sino delante, como si fuera la locura de otro y ese otro fueras tú. Zas. A veces, basta con nada. Incluso una sola pregunta que aflore. Basta con eso.

-Madame Deverià…, ¿cómo haré yo para reconocer a esa mujer, a la mía, cuando la encuentre?

Incluso una sola pregunta elemental que aflore desde las madrigueras subterráneas en las que la habíamos enterrado

-¿Cómo haré para reconocerla cuando la encuentre?

Ya.

jueves, 3 de junio de 2010

José Ingenieros – El Hombre Mediocre

Encanecer es una cosa muy triste; se trata de un mensaje de la naturaleza que nos advierte la proximidad del crepúsculo. Y no hay remedio. Arrancarse la primera ¿Quién no lo hace? Es como quitar el badajo a la campana que toca el Angelus, pretendiendo con ello prolongar el día.

Las canas visibles corresponden a otras más graves que no vemos: el cerebro y el corazón, todo el espíritu y la ternura, encanecen al mismo tiempo que la cabellera. El alma de fuego bajo la ceniza de los años es una metáfora literaria, desgraciadamente incierta. La ceniza ahoga la llama y protege la brasa. El ingenio es la llama; la brasa, la mediocridad.

Las verdades generales son irrespetuosas, dejan entreabierta una rendija por donde escapan las excepciones particulares. ¿Por qué no decir la conclusión desconsoladora? Ser viejo es ser mediocre, con rara excepción. La máxima desdicha de un hombre superior es sobrevivirse a si mismo, nivelándose con los demás. ¡Cuantos se suicidarían si pudieran advertir ese pasaje terrible del hombre que piensa al hombre que vegeta, del que empuja al que es arrastrado, del que ara surcos nuevos al que se esclaviza en las huellas de la rutina! Vejez y mediocridad suelen ser desdichas paralelas

martes, 25 de mayo de 2010

José Ingenieros - El hombre mediocre

El sentido común es colectivo, eminentemente retrógrado y dogmatista; el buen sentido es individual, siempre innovador y libertario.

Lo mismo que los organismos, los distintos elementos sociales se sirven mutuamente de sostén, en vez de mirarse como enemigos deberían considerarse cooperadores de una obra única pero complicada.

Evidentemente cada hombre es como es y no podría ser de otra manera; haciendo abstracción de toda moralidad, tendría tan poca culpa de su delito el asesino como de su creación el genio.

El mediocre no inventa nada, no crea, no empuja, no rompe, no engendra; pero en cambio custodia celosamente la armazón de automatismos prejuicios y dogmas acumulados durante siglos , defendiendo ese capital común contra la asechanza de los inadaptables.

Evolucionar es variar y solamente se varía mediante la invención.

La psicología de los hombres mediocres se caracteriza por un riesgo común: la incapacidad de concebir una perfección, de formarse un ideal.

Los mediocres, “cuando se arrebañan resultan peligrosos. La fuerza del número suple la febledad individual: acomúnanse por millares para oprimir a cuantos desdeñan encadenar su mente con los eslabones de la rutina.

Aunque aislados no merezcan atención, en conjunto constituyen un régimen, representan un sistema especial de intereses inconmovibles.

Los hombres vulgares en ciertos momentos osan llamar ideales a sus apetitos, como si la urgencia de satisfacciones inmediatas pudiera confundirse con el afán de perfecciones infinitas. Los apetitos se hartan; los ideales nunca.

domingo, 25 de abril de 2010

Alessandro Baricco - Seda

Herve joncour volvió a ver a Hara Kei solo la mañana del tercer dia. Se dio cuenta de que sus cinco sirvientes habían desaparecido de repente, como por arte de magia, y después de algunos intsantes lo vió llegar. Aquel hombre para el que todos en aquel pueblo vivían, se mivía simpre en una burbuja de vacío. Como si un precepto tácito ordenara al mundo que lo dejaran vivir solo.

Subieron juntos a la falda de la colina, hasta llegar a un claro donde el cielo era surcado por el vuelo de decenas de pajaros con grandes alas azules.

-La gente aca mira como vuelan y en su vuelo lee el futuro.

Dijo Hara Kei.

-Cuando era niño, mi padre me llevó a un lugar como este, me puso en la mano su arco y me ordenó tirarle a uno. Lo hice y un gran pájaro de alas azules se precipitó al suelo, como una piedra muerta. Lee el vuelo de tu flecha si quieres saber tu futuro, me dijo mi padre.

martes, 30 de marzo de 2010

Yo, Pierre Riviere habiendo degollado a mi madre, mi hermana y mi hermano…

Nacido con esta desagradable disposición, no tardo e confirmar lo que de ella podía esperarse. Hasta la edad de 4 años, dicen los testigos, se pareció a los demás niños de su edad, pero desde este momento siempre paso por un idiota o un imbécil. De este modo, muy pronto se convirtió en el juguete y en el hazmerreir de todos los niños cosa que, haciéndolo mas tímido y vergonzoso aún, impidió sin duda el normal desarrollo de sus facultades afectivas, dado que es notable que, o solo era frío y apático con sus padres, sino que nunca tuvo un amigo y vivió en un aislamiento afectivo muy adecuado para fomentar su inferioridad intelectual y moral. Buscando por instinto la soledad mas inaccesible se pasaba días enteros en el fondo de canteras abandonadas o en el rincón más oscuro de un granero, y allí, reflexionando en los escasos temas de sus pobres lecturas, y dotado de una imaginación muy desarrollada a la par de un falso juicio, se aferraba a todo lo que había de maravilloso, negligía lo positivo y daba una dirección tanto más viciosa a su espíritu, que, al no abrirse jamás a nadie, nadie podía tampoco rectificar sus errores; así pues muy pronto se convirtió en un auténtico alienado. Se le había sorprendido hablando solo varias veces y discutiendo con interlocutores invisibles, o riéndose a carcajadas, o quejándose con gritos plañideros. A veces le encontraban restregándose por el suelo, otras gesticulando de la manera más extraña. Algunas ideas religiosas le pasaban por la cabeza; inmolaba y torturaba animalitos para reproducir las escenas de la pasión de Cristo. Cuando era el relato de una batalla el que afectaba su imaginación, llevado por una especie de arrebato, se lanzaba sobre las legumbres del huerto y las rompía gritando desaforadamente, Cuando le venía alguna idea de poder o de superioridad, intentaba realizarla asustando a los pobres niños. A veces amenazaba con cortarlos con su hoz; otras los cogía y suspendía de un pozo y los amenazaba con dejarlos caer, en otras circunstancias quería que su caballo los devorase, y luego de haberlos asustado lo suficiente, satisfecho con la idea que él creía que le había conferido aquel poder, les dejaba marchar expresando su alegría por medio de risas desmesuradas.

El diablo y las hadas ocupaban un lugar muy importante en su cabeza enferma, y a fuerza de pensar en ellos creyó verlos y oírlos. Conversaba con ellos, hacía pactos, y asustándose el mismo de sus propias ideas, exclamaba a menudo huyendo con terror: ¡El diablo, el diablo!

domingo, 28 de marzo de 2010

Capitanes de la Arena – Jorge Amado


-Pero ¿Qué te crees? ¿Pensas que te vas a ir anyes de darme? No seas orgullosa. Tu macho no se va a enterar, nadie lo va a saber. Y vas a ver lo que es un hombre de verdad…

Y trataba de acariciarla, de dominar su rabia, de hacerle sentir deseo. Sus manos bajaban a lo largo del cuerpo, la acostó con esfuerzo. Ella repetía su frase:

-Dejame, desgraciado… Dejame, desgraciado…

Pedro le levantó la pollera de percal y aparecieron los muslos duros de la negra. Pero mantenía una pierna sobre la otra y Pedro intentó separarlas. La negrita reaccionó de nuevo y como el muchacho la seguía acariciando y le hizo sentir la llegada impetuosa del deseo, no lo golpeó más, sino que le hacía un pedido angustioso.

-Dejame que soy virgen. Vos no me queres, después vas a encontrar a otra. Yo soy virgen, me vas a arruinar.

Pedro la miró, lloraba de miedo y también porque sentía flaquear su voluntad, tenía los pechos hinchados.

-¿Sos virgen de verdad?

-Te lo juro por Dios Nuestro Señor, por la Virgen – y se besaba los dedos en cruz.

Pedro Bala vacilaba. Los pechos de la negrita hinchados bajo sus dedos. Las piernas duras, la mota del sexo.

-¿Lo decís en serio? – y no paraba de acariciarla.

-Te lo juro. Dejame ir, que mi mamá me esta esperando.

Lloraba y Pedro sentía pena, pero el deseo estaba suelto dentro de él. Entonces le propuso al oído (y con la lengua le hacía cosquillas).

-Solo por atrás

-No. No.

-No te pasa nada. Seguís virgen igual.

-No. No, que duele.

Pero seguía acariciándola y ella sintió todo el cuerpo convulsionado. Comprendió que si no lo satisfacía como pedía, su virginidad terminaría allí. Y cuando le prometió (nuevamente su lengua la excitaba desde el oído)

-Si te duele, la saco…- consintió

-Jurame que adelante no.

-Te lo juro.

Pero después que se satisfizo (ella había gritado y le mordía las manos), al ver que la negrita todavía estaba poseída por el deseo, trató de desvirgarla. Ella lo advirtió y saltó como una loca:

-¡Todavía más, desgraciado, con lo que me hiciste! ¿me querés arruinar?

Y sollozaba fuerte, levantando los brazos, enloquecida, toda su defensa estaba en los gritos, en las lágrimas, en las imprecaciones contra el jefe de los Capitanes de la Arena. Pero para Pedro la mayor defensa de la negrita eran sus ojos llenos de pavor, ojos de animal débil que no tiene fuerza para defenderse. Y como su deseo primario ya estaba satisfecho y como la angustia del principio de la noche volvía a dominarlo le dijo:

-Si te dejo, ¿volvés mañana?

-Si, vuelvo.

-Solo te hago lo de hoy. Igual seguís virgen…

Ella dijo que si con la cabeza. Sus ojos parecían los de un loco y en ese momento lo único que quería es escaparse. Ahora que las manos de Pedro ya no la tocaban, ni su labio ni su sexo, su único deseo era escapar y defender su virginidad. Respiró cuando Pedro le dijo:

-Entonces, adate. Pero si no volvés mañana… Cuando te agarre, vas a ver…

Ella empezó a caminar sin contestarle nada. El muchacho la acompañaba:

-Te acompaño para que no te agarre otro…

Iban los dos juntos y ella lloraba. El quiso agarrarle una mano pero ella no lo dejó y se la apartó. Pedro intentó nuevamente tomarle la mano y nuevamente ella la retiró. Entonces le dijo:

-¿Qué te pasa?

Y caminaron tomados de la mano. Ella lloraba y ese llanto angustiaba a Pedro Bala, izo que volviera la angustia del comienzo de la noche, la visión de su padre muriendo en la lucha, la visión de Omolu anunciando venganza. Empezó a maldecir íntimamente el encuentro con la muchacha y apuró el paso para legar cuanto antes al nacimiento de la calle. Ella lloraba y Pedro le dijo con rabia:

-¿Qué te hice? Yo no te hice nada…

Ella apenas lo miró (aunque todavía iba a su lado con pavor) y sus ojos estaban llenos de odio y de desprecio. Pedro bajo la cabeza sin saber que decir, ya no sentía rabia ni deseo, solo había tristeza en su corazón. Un hombre cantaba una zamba en la calle. Ella lloró más fuerte, el iba pateando la arena. Ahora se sentía más débil que ella, la mano de la negrita en su mano pesaba como si fuera de plomo. La soltó y ella se la apartó. Pedro no protestó. Prefería no haberla encontrado, no haber encontrado tampoco a Joao de Adao, no haber ido a Gantois.

Llegaron a la calle, le dijo:

-Ahora podes ir sola, no te van a hacer nada.

Ella volvió a mirarlo con odio y se echo a correr. Pero en la primera esquina se dio vuelta, lo miró (él todavía estaba observándola) y lo maldijo con una voz llena de miedo:

-Peste, que el mal te acompañe, desgraciado. Que Dios te castigue, desgraciado. Hijo de Puta, desgraciado – su voz solitaria atravesaba la calle y estremecía a Pedro Bala.

Y antes de desaparecer a la vuelta de la esquina escupió el suelo con un despreecio supremo y repitió:

-Desgraciado, desgraciado…

En el primer momento Pedro se quedó parado, después se echó a correr por el arenal como si los vientos lo persiguieran, como si tuviera que escapar de las maldiciones de la negrita. Y tenía ganas de tirarse al mar para quitarse tanta angustia, las ganas de vengarse de los hombres que habían matado a su padre, el odio que sentía contra la ciudad rica que se extendía al otro lado del mar, por la Barra, la Victoria, la Graca, la desesperación de su vida de chico abandonado y perseguido, la pena que sentía por esa pobre negrita, una niña también.

“Una niña también”, oía la voz del viento, en el samba que cantaban, una voz dentro de él.

Violación

TITULO III

DELITOS CONTRA LA INTEGRIDAD SEXUAL

(rúbrica del título sustituida por art. 1° de la Ley N° 25.087 B.O. 14/5/1999)

(Nota Infoleg: Capítulo I y su rúbrica: Adulterio, derogados por art. 3° de la Ley N° 24.453 B.O. 7/3/1995)

ARTICULO 118.- (Artículo derogado por art. 4° de la Ley N°24.453 B.O. 7/3/1995)

Capítulo II

ARTICULO 119. - Será reprimido con reclusión o prisión de seis meses a cuatro años el que abusare sexualmente de persona de uno u otro sexo cuando, ésta fuera menor de trece años o cuando mediare violencia, amenaza, abuso coactivo o intimidatorio de una relación de dependencia, de autoridad, o de poder, o aprovechándose de que la víctima por cualquier causa no haya podido consentir libremente la acción.

La pena será de cuatro a diez años de reclusión o prisión cuando el abuso por su duración o circunstancias de su realización, hubiere configurado un sometimiento sexual gravemente ultrajante para la víctima.

La pena será de seis a quince años de reclusión o prisión cuando mediando las circunstancias del primer párrafo hubiere acceso carnal por cualquier vía.

En los supuestos de los dos párrafos anteriores, la pena será de ocho a veinte años de reclusión o prisión si:

a) Resultare un grave daño en la salud física o mental de la víctima;

b) El hecho fuere cometido por ascendiente, descendiente, afín en línea recta, hermano, tutor, curador, ministro de algún culto reconocido o no, encargado de la educación o de la guarda;

c) El autor tuviere conocimiento de ser portador de una enfermedad de transmisión sexual grave, y hubiere existido peligro de contagio;

d) El hecho fuere cometido por dos o más personas, o con armas;

e) El hecho fuere cometido por personal perteneciente a las fuerzas policiales o de seguridad, en ocasión de sus funciones;

f) El hecho fuere cometido contra un menor de dieciocho años, aprovechando la situación de convivencia preexistente con el mismo.

En el supuesto del primer párrafo, la pena será de tres a diez años de reclusión o prisión si concurren las circunstancias de los incisos a), b), d), e) o f)."

(Artículo sustituido por art. 2° de la Ley N° 25.087 B.O. 14/5/1999)

sábado, 13 de marzo de 2010

Robinson Crusoe – Daniel Defoe

Sonreí al ver el dinero y dije en voz alta: “¡Vil metal! ¿De qué me sirves? Para mí, cualquiera de estos cuchillos vale más que tú. No pudo emplearte para nada. Quédate donde estas y húndete hasta el fondo del mar, como una persona cuya vida no es digna de salvación”. Pero luego, pensándolo bien, tomé el dinero y lo envolví en un pedazo de lona junto con los demás objetos.

Auténticos Decadentes

Con dinero o sin dinero

Hago siempre lo que quiero

Ay! Que bueno que seria

Ganarse la lotería

jueves, 11 de febrero de 2010

El nombre de la Rosa


La vida sería pacífica sin amor, Adso. Segura. Tranquila. Y monotona.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Milan Kundera – La Ignorancia

En griego “regreso” se dice nostos. Algos significa “sufrimiento”. La nostalgia es, pues, el sufrimiento causado por el deseo incumplido de regresar. La mayoría de los europeos puede emplear para esta noción fundamental una palabra de origen griego (nostalgia) y, además, otras palabras con raíces en la lengua nacional: en español decimos “añoranza”; en portugués saudade. En cada lengua estas palabras poseen un matiz semántico distinto. Con frecuencia tan sólo significan la tristeza causada por la imposibilidad de regresar a la propia tierra. Morriña del Terruño. Morriña del hogar. En ingles sería homesickness, o en alemán Heimweh, o en holandés heimwee. Pero es una reducción espacial de esa gran noción. El islandés, una de las lenguas europeas mas antiguas, distingue claramente dos términos: soknudur: nostalgia en su sentido general; heimfra: morriña del terruño. Los checos al lado de la palabra “nostalgia” tomada del griego, tiene para la misma noción su propio sustantivo: stesk, y su propio verbo; una de las frases de amor checas mas conmovedoras es styska se mi potobe: “te añoro; ya no puedo soportar el dolor de tu ausencia”. En español, “añoranza” proviene del verbo “añorar”, que proviene a su vez del catalán enyorar, derivado del verbo latino ignorare (ignorar, no saber de algo). A la luz de esta etimología, la nostalgia se nos revela como el dolor de la ignorancia. Estas lejos, y no se que es de ti. Mi país queda lejos, y no se que ocurre en él. Algunas lenguas tienen alguna dificultad con la añoranza: los franceses solo pueden expresar medante la palabra de origen griego (nostalgie) y no tienen verbo; pueden decir; je m´ennuie de toi (equivalente a “te hecho de menos” o “en falta”) pero esta expresión es endeble, fría, en todo caso leve para un sentimiento tan grave. Los alemanes emplean pocas veces la palabra “nostalgia” en su forma griega y prefieren decir Sehnsucht: deseo de lo que esta ausente. Pero Sehnsucht puede aludir tanto a lo que fue como a lo que nuca ha sido (una nueva aventura), por lo que no implica necesariamente la idea de un nostos; para incluir en la Sehnsucht la obsesión del regreso, habría que añadir un complemento: Senhsucht nach der Vergangenheit, nach der verlorenen Kindheit, o nach der resten Liebe (deseo del pasado, da la infancia perdida o del primer amor).

viernes, 1 de enero de 2010

Thomas Hobbes - Leviatán

Primero, que los hombres están compitiendo continuamente por el honor y la dignidad, cosa que no hacen estas criaturas. Como consecuencia, surge entre los hombres, por esa razón, envidia y odio y, en última instancia, la guerra. Pero en esas otras criaturas no es así.

Segundo, que entre estas criaturas el bien común no es diferente del bien privado de cada una; y como por naturaleza están inclinadas a su bien privado, están al mismo tiempo procurando el beneficio común. Pero el hombre, que goza comparándose a sí mismo con otros hombres, solo puede saborear lo que puede destacarlo sobre los demás.

Tercero, que como estas criaturas no tienen el uso de la razón de que disfruta el hombre, ni ven ni piensan que ven falta alguna en la administración de sus asuntos comunes. Entre los hombres, por el contrario, hay muchos que piensan que son más sabios y más capaces que los demás para gobernar al púbico; y estos se afanan en reformas e innovaciones, uno de una manera otro de otra, acarreando así disensiones y guerra civil.

Cuarto, que aunque estas criaturas tienen un cierto uso de la vos, comunicándose entre ellas deseos y otros afectos, les falta, sin embargo, el arte de la palabra, mediante el cual algunos hombres pueden representar a otros lo que es bueno dándole la apariencia de lo malo, o lo malo dándole la apariencia de lo bueno, y aumentar o disminuir a su antojo las dimensiones de lo bueno y de lo malo, sembrando así el descontento entre los hombres, y perturbando su paz y bienestar.

Quinto, que las criaturas irracionales no pueden distinguir entre injuria y daño, y, por tanto, mientras estén a gusto, no se sentirán ofendidas por sus prójimos. Sin embargo, los hombres causan más dificultades cuanto más a gusto estén. Pues es entonces cuando al hombre le encanta mostrar su sabiduría y controlar las acciones de quienes gobiernan el Estado.

Por último, el acuerdo que existe entre estas criaturas es natural, mientras que el de los hombres se hace mediante pactos solamente, que es algo artificial. Por tanto, no es de extrañar que, además de un simple paco o convenio, haga falta algo más para hacer de él algo invariable y duradero; lo que se requiere es un poder común que mantenga atemorizados a los súbditos y que dirija sus acciones al logro del bien común.