domingo, 29 de agosto de 2010

Hermanos Karamazov – Fiodor Dostoyevski

Vengo de lejos, batiuchka, de lejos, a trescientas verstas de aquí. De lejos padre, de lejos –repetía la mujer como un estribillo, balanceando la cabeza de derecha a izquierda con la mejilla apoyada sobre la palma de la mano. Hablaba como lamentándose. Hay en el pueblo un dolor silencioso y paciente que penetra en el mismo y se calla. Pero hay otro que estalla; se manifiesta por las lágrimas y se extiende en lamentaciones, sobre todo en las mujeres. No es más leve que el dolor silencioso. Las lamentaciones no se tranquilizan más que cuando roen y destrozan el corazón. Un dolor semejante no necesita consuelo; se alimenta con la idea de ser inextinguible. Las lamentaciones no son más que la necesidad de irritar aún más la llaga.

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