Si bien es cierto que uno de los rasgos centrales de los
gobiernos que se sucedieron en el país son de carácter fuertemente democrático
(en el sentido, lo repito, de que favorecen un proceso de extensión de una
serie de derechos ciudadanos), debemos también tener en cuenta otro rasgo
específico de estos gobiernos, a saber, su carácter resueltamente liberal. La preocupación
gubernamental, típicamente liberal y quizás hasta el momento nunca igualada (a
causa de la falta de eficacia o de poder de los gobiernos que lo precedieron),
es actualmente garantizar a los ciudadanos un conjunto de libertades
individuales y colectivas (como la expresión de las ideas sin censura, manifestarse
en la vía pública sin temor a represión policial o incluso elegir por que
medios informarse). En este sentido, el problema de los gobiernos kirchneristas
no es el de su presumido antiliberalismo. Es más bien exactamente el contrario.
Si se me permite simplificar las cosas, el problema de los gobiernos
kirchneristas es precisamente su liberalismo. Si esta noción remite en un sentido
a la preocupación por las garantías fundamentales de los ciudadanos, en otra
acepción (menos interesante pero complementaria, en la que utilizamos el término
más arriba), designa la tendencia a
privilegiar las relaciones verticales -de representación de ciudadanos por sus
dirigentes, de distancia, e incluso de separación de los primeros y los
segundos- por sobre las relaciones horizontales – entre ciudadanos que aspiran
a participar activamente en asuntos públicos. A riesgo de utilizar de manera abusiva
una categoría que tiene una significación histórica densa y precisa para los
colegas franceses con quienes compartimos estas reflexiones, quisiera llamar jacobinismo
a la política (expresada por el kirchnerismo) que tiende a ligar una ideología
emancipadora, igualitaria o vanguardista, con una idea fuerte de representación
de la voluntad general por una élite política ubicada en la cima del aparato
del Estado. (RINESI, Eduardo ¿La democracia contra la república? en “Las diagonales
del conflicto”.)
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