lunes, 6 de marzo de 2023

Amaranth Borsuk, El libro expandido, Variaciones, materialidad y experimentos, pp. 74-75

Aquí tenemos que agradecer una vez más al mundo árabe por la expansión de las ideas y los cambios en lalectura. Los académicos tradujeron al latín libros antiguos que estaban preservados en árabe y así comenzaron a difundirse también obras de ciencias y matemática. A medida que se fue desarrollando un público escolástico para los libros, también lo hizo la estructura de la página y del códice diseñado para las consultas y anotaciones individuales y silenciosas. Esa etapa dio suavemente lugar al período de actividad artística e intelectual que conocemos como Renacimiento, cuando todo cambió para los libros. Indispensable en los intercambios de ideas entre pensadores separados por grandes distancias, el códice escrito y la facilidad con la que podía transportarse permitieron exactamente ese desarrollo asincrónico de pensamiento que Sócrates y Platón tanto temían.

Aquel temor nos recuerda a la preocupación contemporánea por el modo en que la lectura y la escritura en plataformas digitales acortan nuestra capacidad de atención y nuestra capacidad de concentrarnos con mayor profundidad en los textos. Lo que hoy tememos es exactamente lo mismo que preocupaba a los antiguos: la mediación. La acusación de Sócrates esconde una visión de la escritura como una tecnología que se interpone entre pensador y pensamiento, los separa y permite que cada uno viaje por su lado. Mientras que Sócrates creía que ese proceso llevaría a que a uno le fuera imposible defenderse o clarificar las ideas propias, esa separación fue esencial para el desarrollo y la diseminación del conocimiento en un mundo que crecía cada vez más rápido. Vale la pena destacar que la propia escritura cambió el pensamiento humano, así como nuestra dependencia de los dispositivos digitales en red nos ha cambiado a nosotros.

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