lunes, 6 de mayo de 2024

Verbitsky, Horacio, Cristo Vence, p. 136.

La fortuna familiar provenía de la guerra al indio. El ingeniero belga Ernesto Tornquist fundó la empresa de transporte Villalonga que conducía las provisores para los soldados de Roca. También le brindó tres ministros de Hacienda que eran gerentes de sus empresas. Además condujo a los indígenas ranqueles como mano de obra esclava a Tucumán, construyó el ferrocarril de Tucumán a Rosario y financió la construcción del puerto de Rosario, para exportar el azúcar producido en esas condiciones.

La administración Tornquist, instalada en uno de los pueblos que se fundaron durante la campaña, recibió la asistencia espiritual de los salesianos que llegaban desde Bahía Blanca. El sacerdote Domingo Milanesio celebraba misa, predicaba, confesaba, administraba los sacramentos y catequizaba en la sala más amplia de la sede empresarial, hasta que el representante de Tornquist, Rodolfo Funke, apoyó el proyecto de Milanesio de construir una capilla. El propio Roca asistió a la bendición del templo, junto a Ernesto Tornquist, uno de cuyos descendientes decidió ingresar a la orden de Don Bosco.  Milanesio había sido el mediador de la rendición del cacique Manuel Namuncurá a Roca, quien le concedió ocho hectáreas de tierra y el grado de coronel. Su hijo Ceferino inició una carrera religiosa bajo la orientación del salesiano Juan Carlos Cagliero, con quien viajó a Roma.

Allí fue recibido por Pío IX, quien le regaló una medalla. Todos los relatos hagiográficos destacan la complacencia del Pontífice al escuchar al humilde aborigen expresarse en italiano. Ceferino murió en 1905 de tuberculosis, una de las enfermedades contagiadas a los pueblos originarios por soldados y misioneros. Sus restos fueron repatriados en 1924 por gestión del salesiano Adolfo Tornquist. Cuando llegaron al puerto de Buenos Aires, fueron conducidos de regreso a la Patagonia por la empresa familiar, el Expreso Villalonga. En 1944 se inició el proceso para su beatificación, aduciendo su bondad y cómo atravesó la enfermedad sin quejarse. En 1972 Pablo Vi lo declaró venerable y en 2006 cinco médicos certificaron que la ciencia no podía explicar las razones de la curación de una mujer con un cáncer de útero. En el año 2000 su familia habla implorado la intercesión de Ceferino para que Dios lo curase. El Papa podría firmar este año el decreto que lo declare beato. Un segundo milagro lo haría santo. 

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