lunes, 27 de mayo de 2024

García Bazán, Francisco, El papado y la historia de la Iglesia.

La palabra 'papa' se usó primero durante los siglos VII y VIII como un apelativo de deferencia para dirigirse al obispo de una diócesis, como título honorífico -posiblemente en la acepción de senex-, y no para otros dignatarios. Pero después del siglo VIII se usó exclusiva- mente para el obispo de Roma que es así obispo sumo o papa universal, soberano pontífice, expresión que se da en torno al año 824 pero, que incluso un siglo antes, se preparaba por el empleo de la palabra 'pontífice' aplicada al obispo de Roma. Esta terminología eclesiástica entra en circulación sobre la base de un vocabulario religioso más amplio, en concreto, en relación con la expresión prestigiosa de la religión romana pontifex maximus. Esta es una locución que tiene a sus espaldas su propia historia lingüística. El término 'pontífice' (pontem facere), un sustantivo al que se agrega el adjetivo cualitativo superla- tivo 'sumo' (maximus) es una formulación tomada de la religión ro- mana (sumus pontifex = pontifex maximus), porque es por excelencia 'puente entre el cielo y la tierra.

Arcaicamente, sin embargo, el vocablo 'pontifex' significaba lo que dice llanamente su etimología, 'constructor de puente', sacerdote pontonero, y el puente tenido en cuenta era el Sublicio que, levantándose sobre el río Tíber, permitía unir ambas partes de Roma, la ciudad del norte y la del sur, reconstruyéndose también cuando se derrumbaba. Hay que recurrir al jurisconsulto Publio Mucio Escévola, célebre en Roma por su conocimiento del ius pontificium para poder rastrear el basamento de esta denominación que es tan anti- gua que se funda en la sabiduría de las tradiciones religiosas y míticas romanas y que la cultura religiosa cristiana supo aprovechar, porque la denominación cristiana es mucho más reciente, es medieval, se aplica al obispo de Roma y se lo reutiliza reformando el uso religioso arcaico. Beda el Venerable (672-735), monje benedictino inglés, nos da la pista al escribir en su Historia Eclesiástica 1, cap. 23 y en otros lugares, refiriéndose al obispo de Roma que une las dignidades episcopal y papal: «A quien los romanos eligen para el orden pontifical (ad pontificatus ordinem)». El pontífice cumple su función esencial al unir lo que por esencia está separado.

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