El trabajo realmente humano posee una irreductible ambivalencia: es al mismo tiempo dominio del mundo y sumisión al mundo, es al mismo tiempo obra y sufrimiento. Como dijo la filósofa Simone Weil, es a través del trabajo que la razón aprehende el mundo y se protege del delirio. El trabajo es la escuela de la razón, porque es trabajado que transformamos el mundo, pero es sometiéndonos al mundo que podemos transformarlo.
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