Lo que el capitalismo tardío toma del estalinismo, para repetirlo, es esta primacía de la evaluación de los símbolos del desempeño sobre el desempeño real. Así lo explicó Marshall Berman al referirse al proyecto del canal del Mar Blanco que Stalin inició en 1931:
Stalin parece haber estado interesado en forjar un simbolo hipervisible del desarrollo al punto que puso sobre el proyecto una presión tal que lo único que logró fue retrasar el desarrollo del proyecto. Los ingenieros y trabajadores no tenían el tiempo, el dinero ni el equipamiento necesarios para construir un canal lo suficientemente profundo y seguro para los barcos cargueros del siglo xx. En consecuencia, el canal nunca tuvo ningún impacto sobre la economía o el comercio soviéticos. Las embarcaciones que podían pasar a través de él no eran más que ferries turísticos que durante los años 30 se cargaban de escritores soviéticos y extranjeros que después proclamaban el éxito de la gigantesca obra. El canal se convirtió así en un triunfo de la publicidad: pero si la mitad del empeño que se puso en las campañas de relaciones públicas hubiera ido al canal en sí mismo, se habrían contado menos víctimas y más ventajas concretas: el proyecto se habría convertido así en una tragedia genuina y no en lo que fue: una farsa brutal en la que murieron personas reales en nombre de una especie de "pseudoevento".
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