sábado, 11 de julio de 2009

Eros y Civilización

Herbert Marcuse

Las vicisitudes de “los sentidos inmediatos” (el olfato y el gusto) proveen un buen ejemplo de la interrelación entre la represión básica y la represión sobrante. Freud pensó que los elementos coprofílicos en el instinto han demostrado ser incompatibles con nuestras ideas estéticas, quizás desde la época en la que el hombre desarrollo una postura erecta y así alejo del suelo su órgano del olfato. Sin embargo hay otro aspecto del subyugamiento de los sentidos inmediatos en la civilización: sucumbieron a los rígidamente protegidos tabús contra los placeres demasiado intensos corporalmente. El placer del olfato y del gusto es “mucho mas corporal, físico y por lo tanto, mas análogo al placer sexual, de lo que lo es el más sublime pacer provocado por el sonido y el menos corporal de todos los placeres, la contemplación de algo bello”.

El olfato y el oído dan, como quien dice, un placer insublimado per se (y también un disgusto irreprimido) relacionan (y separan) a los individuos inmediatamente, sin que intervengan las formas convencionalizadas de la conciencia, la moral y la estética. Un poder tan inmediato es incompatible con la efectividad de la dominación organizada, es incompatible con una sociedad que “tiende a separar a la gente, a poner distancias entre ellas y a prevenir las relaciones espontáneas y las expresiones de tipo animal (naturales) en tales relaciones.

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