domingo, 4 de mayo de 2025

Séneca, El arte de mantener la calma.

En consecuencia, trata siempre de contener la ira, ya sea contra un igual, contra un superior o contra uno que está por debajo de ti. Pelear con un igual es un asunto incierto; con un superior, una locura, y con un inferior, una mezquindad. Devolver el golpe es una cobardía y una bajeza. Los ratones y las hormigas se enfrentan a nosotros cuando los agredimos; los débiles se sienten heridos con solo tocarlos. Recuerda que muchas veces los que ahora te irritan te han sido de ayuda en el pasado y cálmate. Permite que sus méritos salden la deuda de su ofensa. Y considera también que la fama de persona bondadosa y la práctica de la empatía te granjearán una excelente reputación y te abrirán muchas puertas. Nunca descargues la ira contra los hijos de tus enemigos. El cruel Sila, por ejemplo, tenía por costumbre eliminar del censo de ciudadanos a los hijos de los proscritos. Nada hay más injusto que obligar a los hijos a heredar el odio que uno ha sentido por sus padres.

Cuando te resulte difícil perdonar, piensa qué pasaría si todo el mundo fuera implacable. ¿Cuántas veces el que niega el perdón acaba implorándolo? ¿Cuántas veces termina alguien suplicando a quien le suplicó en el pasado? ¿Qué hay más honorable que transformar la ira en amistad? ¿Qué mejores aliados tienen los romanos que quienes fueron un día sus más encarnizados enemigos? ¿Qué sería de nuestro imperio si con afortunada previsión los vencedores no se hubieran mezclado con los vencidos? Si alguien se enoja contigo, combate su ira con buenas obras. El conflicto termina si un contendiente abandona su postura: dos no luchan si uno no quiere. Si por lo que sea se desata la cólera y empieza una pelea, recuerda que gana el que se retira; el vencedor es el vencido. No devuelvas el golpe, pues con ello solo conseguirás dar más pretextos a tu agresor. En el ciclo de la violencia es más fácil entrar que salir.